Llevada al cine con anterioridad por Xavier Giannoli, la historia de Florence Foster Jenkins, la peor cantante que se haya conocido y escuchado alguna vez, tiene en "Florence" (UK, 2016) de Stephen Frears una nueva posibilidad, esta vez en clave de comedia de narrar los episodios que llevaron a la fama a la intérprete.
Protagonizada por Meryl Streep, la cinta desanda los hechos que llevaron a la capitalista y cantante a autoconvencerse, a partir de varios engaños, una suerte de diario de Irigoyen constante con el que se manejaba su entorno, y que la llevaron a pasar a la historia no por buena cantante, sino, por lo contrario.
En un matrimonio de conveniencia con St. Clair Bayfield (Hugh Grant), y rodeada por gente que solo la adulaba para sacar provecho de su ingenuidad e inocencia, y en el tiro quitarle dinero, Florence estaba ciega a aquello que realmente pasaba a su alrededor.
Así, el filme explora la hipocresía del mundo y la industria musical ante la inevitabilidad de la estrepitosa carrera de una mujer que, no solo no poseía condiciones para cantar o actuar, sino que, además, propulsó la exploración de un tipo de obra teatral, el vodevil, con un sinfín de variaciones que hoy pueden rozar el kitch y lo bizarro, pero que siguen vigentes.
Cuando el joven intérprete de piano Cosme McMoon (Simon Helberg) se suma al equipo que Florence y su marido componen, para preparar su debut como cantante, la cinta comienza a perfilar un costado entretenido y divertido que refuerza su posición ante el personaje que presenta.
Así, si en una primera instancia la narración presenta el conflicto y el mcguffin que Frears trabaja a lo largo de todo el filme, en una segunda parte, ya la más cercana a la exploración de la incapacidad de Florence por cantar, una serie de personajes secundarios, se sumarán para brindar el contrapunto y el color necesario para reforzar la propuesta.
La cuidada reconstrucción de época, con un vestuario y búsqueda de rostros, escenarios, utilería y demás, que reflejan los inicios del siglo XX a la perfección, además de una banda sonora fácilmente identificable, son otros de los adicionales que este filme tiene como positivo.
La guerra como contexto y el espectáculo como única vía de escape ante la dramática situación del país, también potencian la narración, con su tema en la superficie, pero que en el fondo, terminará por ayudar a la resolución final.
Hay un tópico tangencial que el filme de Giannoli no exploraba con evidencia, y es aquel que reposa en la mirada sobre el matrimonio de Florence y St.Claire. Mientras él se desvive por ella durante el día, durante la noche la deja reposando en su cama y se va a otro departamento en el que convive con una joven mujer (Rebecca Ferguson), a escondidas de ella.
Y en esa doble vida, mientras la carrera de Florence se dispara hacia el “estrellato”, la vida personal de ambos, llena de mentiras, al igual que en la profesional, los comienza a distanciar pese al amor que se tienen.
Frears remarca esa soledad compartida, y pinta con algunos trazos, demasiados gruesos, a Florence, la que, gracias a la sólida interpretación de Streep (acompañada magistralmente por Grant), que se esfuerza por cantar horriblemente, suma el punto más interesante de esta historia de lucha, tezón y pasión por conseguir los sueños pese a todo.