La película es una historia de amor y pero también es la historia de dos personas, de un país y de un momento.
Cierta lógica estética parece haberse adueñado del cine independiente de este siglo, con lo cual el efecto repetición tiende al hartazgo. En este film todo lo que se trae de esa construcción a esta altura repetida sufre una suerte de intervención por parte del director, David Dusa, pues la historia de dos jovencitos que se conocen de casualidad en París y se aman, es atravesada estéticamente con youtube, twitter, facebook y una interesante disrupción corporal permanente. Su práctica que tanto puede considerarse un trastorno obsesivo compulsivo como un arte callejero, está a cargo de Gecko, el bailarín que como botones de un hotel, enamora a una bella iraní obsesionada por conectarse con lo que ocurre en Teherán, donde las revueltas verdes posteriores a las elecciones presidenciales de 2009 están siendo violentamente reprimidas.
La película es una historia de amor, pero es la historia de un momento. Y es aquí donde mejor juega sus cartas el director, en sostener un entorno omnipresente, aun en la intimidad. Lo que construye ese entorno es la realidad política, la modernidad tecnológica, las posiciones de clase – que no funcionan como límite, pero si como contexto – la identidad subjetiva de los personajes. Y por sobre todo, diluida pero eficaz, la noción posmoderna de las identidades múltiples. ¿Miss Dalloway o Anahíta? ¿Gecko o Rachid? (nombre que apenas se pronuncia y pasa casi desapercibido). Esa lógica de imágenes icónicas de las redes sociales y la identidad personal como problema, trae en la película otras referencias. ¿Qué oculta la identidad negada de Gecko? ¿Cuánto sentido adquiere la diferencia de clase en París si se rastrea también sus propios orígenes marcados en sus nombres?
Dusa hace explícito todo en relación con Anahíta y oculta todo en relación con Gecko. ¿Orgullo y vergüenza como cuestiones de clase de los musulmanes en París?
Esto subyace bajo una historia de amor, de una chica y un chico que se encuentran y se aman.
En París, como no podía ser de otra manera.