Comedia de ladrones y amoríos.
Protagonizada por Will Smith la película está en la línea de las clásicas historias de estafadores, pero se inclina por priorizar una endeble relación sentimental entre los protagonistas. Parte de la trama fue filmada en Buenos Aires.
La belleza del timo, el componente artístico de un fraude bien planeado, la simple eficacia del cuento del tío, el engaño como una de las artes más sofisticadas, son los componentes que nutren a las películas que se centran en la estafa, uno de los subgéneros del thriller, desde El golpe (George Roy Hill), pasando por la trilogía de Ocean's Eleven y Ambiciones prohibidas (Stephen Frears), hasta la reciente La gran estafa americana (David O. Russell).
Focus. Maestros de la estafa no es la excepción y los directores Glenn Ficarra y John Requa (Loco y estúpido amor, Una pareja despareja), van por lo seguro, con Will Smith como Nicky, un estafador con mucha experiencia encima que un día elude con elegancia el chapucero intento de Jess (como en El lobo de Wall Street, otra vez Margot Robbie en plan femme fatal) de quedarse con su billetera. Sin embargo, Nicky ve el potencial de la chica y la entrena para el profesionalismo, comenzando una relación maestro-alumna, en donde los yeites del oficio se despliegan con bastante acierto y relucientes recursos en un juego del Super Bowl en Nueva Orleans –el punto interesante es que el núcleo del negocio es el mayoreo, prescindiendo del transitadísimo gran robo definitivo–, aunque claro, para el público argentino es inevitable que surja la comparación de la contundencia del famoso travelling de Nueve reinas, en donde se enumeraba la división de los "oficios" de la calle: descuidistas, culateros, abanicadores, gallos ciegos, biromistas, mecheras, garfios, pungas, boqueteros, escruchantes…
Lo cierto es que la película abandona esta línea del relato, o en todo caso la deprecia, jerarquizando la relación amorosa en progreso de la pareja protagónica, como si el innegable atractivo de Smith y Robbie fuera más importante que la historia, aún cuando la química entre ambos actores nunca llega a dispararse del todo.
Así, después de un paréntesis de tres años en la pareja, la acción se traslada a una Buenos Aires de postal y muestra a los personajes más duros, con Jess como ¿novia? de Garriga, el dueño de una escudería de autos de carrera (Rodrigo Santoro) y Nicky haciendo lo suyo, ambos más mentirosos que nunca, jugando al engaño, mintiendo y sobre todo, mintiéndose, un camino predecible con poco de la entretenida liviandad de la primera parte.
Comedia de ladrones, drama de amantes, la mezcla de géneros no siempre da como resultado el equilibrio necesario y Focus es la muestra de que las indecisiones y los guiones desflecados, más allá de algunos aciertos, terminan por condenar el resultado final.