Nick (Will Smith) es un estafador profesional que sabe todo lo necesario para hacer de su “oficio” un “arte”. Para las noticias policiales de cualquier matutino el tipo sería un punga cualquiera, pero lo hace con estilo, glamour, gracia y simpatía. El chorro adorable, en una palabra, que por supuesto tendrá en Focus la oportunidad de encontrar la horma de su zapato. O bien porque se mete con la víctima equivocada o porque encuentra en Jess (Margott Robin) una suerte de talón de Aquiles. Una vez consumado el primer encuentro, Nick sigue a Jess con el propósito de elevar su status de novata a experta, aunque un juego interesante de seducción va tomando buen color a medida que avanza el relato.
Así como ocurrió con varias comedias del mismo planteo, como “Dos pícaros sinvergüenzas” (la de 1964 y la remake 1988), está el ladrón culto, refinado, vivo, apuesto y con mucha clase que toma a un discípulo de poca monta y lo convierte en su “pollo” para entrenarlo y enseñarle todo lo que sabe, y así perpetrar robos de todo tipo con el resto del equipo.
Nick toma a Jess como su polla (menos mal que no estamos en España), un poco por diversión, sí; pero sobre todo porque se enamora de ella. Él no lo reconoce, pero todos los presentes en la sala lo sabemos. Focus debe su nombre a la traducción en español: foco. Según Nick, lo importante para tener éxito en esto de ser ratero es la focalización y la concentración en un punto, o en la mirada como factor de distracción hacia la víctima. En fin…
El guión de Glenn Ficarra y John Requa mezcla un poco de la referencia anterior, con algo de acción muy medida y elementos de “Nacida ayer” (1993) y de “Sabrina” (1954) para proponer como resultado una película entretenida, cuyo gancho principal es la química entre los dos actores protagónicos y el humor. De hecho hay un diálogo entre ambos donde se citan ejemplos cinematográficos de lo que estamos viendo. Sigo. Es en ese carisma especial de Will Smith donde se apoya la mitad del producto. La otra pata depende de Margott Robbin que opone belleza, una sonrisa de publicidad de pasta dental, y algunos destellos de frescura que ayudan a construir lo que para el personaje de Smith sería una mujer “irresistible”.
No vamos a ahondar en los detalles de por qué la acción se traslada de Nueva Orleans a Buenos Aires, porque entraríamos en el pedregoso terreno del verosímil, terreno que en éste caso está rodeado de un pantano de caprichos. Podría ser Buenos Aires o Maracaibo, da igual.
– “¿Malbec?” - pregunta Nick en un bar.
- “Es lo que toman aquí” - responde Jess.
Es todo lo que se les ocurre a los directores.
¿Tango como parte de la banda sonora? Olvídelo.
Si es por la música que suena en la calle pareciera que la acción tiene lugar en el centro de Costa Rica.
Mejor quedémonos con lo que sí funciona. Además de la química en la dupla central, también están bien ajustadas la mayoría de las líneas de diálogo para lograr varios momentos de mucho humor. No sólo en el personaje de Nick, sino en el de su compinche Farhad (Adrián Martínez). Un gordito simpaticón con cierto grado de oscuridad en su impronta que no pasa para nada desapercibido en esta producción. “Focus: Maestros de la estafa” entretiene con buenos elementos y de paso repunta un poco el camino de Will Smith que venía de un par de resbalones. Para eso fue realizada.