Focus: maestros de la estafa

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

La verdad siempre fue una mentira

La película que Will Smith filmó en Argentina, se queda a mitad de camino.

Todas las historias incluyen algún tipo de mentira, dice Orson Welles en la introducción de F for Fake. Y la de Focus, maestros de la estafa no es una excepción, aunque comete la imprudencia de incluir varias mentiras como para empalagar al espectador con sensibilidad cinéfila.

Jess (Margot Robbie), una blonda infernal, intenta robarle a Nicky (Will Smith), un estafador profesional, en un primer encuentro tan forzado como insípido. Pero Nicky es mucho más experto que la neófita Jess y se da cuenta enseguida de la trampa. La metodología aplicada por Jess es básica: hace uso de su belleza para seducirlo y llevarlo a la habitación, donde entra un cómplice con una pistola para sacarle la plata.

Jess queda asombrada con la astucia de Nicky, a tal punto que quiere ser parte de su equipo. Luego llega el enamoramiento y la decisión, por parte de él, de tomar caminos diferentes. Después de tres años se encuentran nuevamente en Argentina.

En la segunda parte, la que transcurre en Buenos Aires, hay un momento clave para entender aún más lo que es Focus: un personaje sale de una farmacia y se escucha la discusión en español de una pareja de porteños. La mujer dice "No es nada", y el muchacho interrumpe diciendo "Siempre lo mismo". La película es eso: no es nada y siempre es lo mismo.

La incorporación del elemento dramático hacia el final, el del padre adoptivo explicando con mucha seriedad por qué abandonó a Nicky de chico, desencaja en el aparato inverosímil que se viene construyendo desde el comienzo. Y la atención de la película, su focus, es sin dudas la belleza pornográfica de Margot Robbie. Esta es su única virtud: la fotogenia de su rostro perfecto.

Al igual que F for Fake, el filme dirigido por Glenn Ficarra y John Requa es también una película acerca de los trucos y el fraude. Pero el propósito no es compararla con la obra maestra de Welles, con la que no tiene nada que ver, sino darle un contexto en la historia del cine para reducirla con tranquilidad a lo que es: una postal colorida para vendérsela al turista interesado en conocer Caminito o San Telmo, un filme carterista, que le descuida la billetera al espectador.