Pocas veces la historia argentina fijó su mirada en el mayor Luis Jorge Fontana, un militar y naturalista que, entre 1879 y 1910, vivió una existencia aventurera que incluyó contactos con los pueblos originarios de Chaco, la fundación de la ciudad de Formosa, la primera travesía por el interior del monte chaqueño y la participación en la expedición patagónica de rifleros galeses en busca del punto más occidental del país.
El director rescata la figura de este hombre taciturno que debió dejar en el camino muchas de sus ilusiones personales para elevarlo a la categoría de héroe. La trama se desliza armoniosamente desde un principio, cuando Fontana, ya envejecido, decide escribir todas las azarosas vicisitudes que le tocó vivir.
A partir de estas escenas, Fontana (un muy buen trabajo de Guillermo Pfening) vuelve al pasado, a aquellos días en los que, con un grupo de hombres tan osados como él, descubrió las necesidades de los habitantes de cada lugar y la belleza de la exótica naturaleza. En su trayecto está también la mujer, multifacética y distante aunque siempre presente, que enseña al militar sus límites y sus precariedades afectivas.
Rodar un film histórico en nuestra cinematografía no es, sin duda, una tarea menor. Stagnaro, sin embargo, supo cumplir acertadamente con su necesidad de sacar a Fontana del olvido, y así, con un elenco y un equipo técnico dispuestos a apoyar el esfuerzo del realizador, logró el necesario poder para recordar, con calidez y ternura, a alguien que está casi ausente de las páginas de los manuales escolares. El relato saca a la luz a un héroe que sorprende por ese aire casi ausente de personaje que atraviesa una época que no es la suya y que acaso anticipa otra a la que todavía no se ha llegado.