La vuelta de un Maestro
Con un formato similar al que propuso en 2014 la nominada al Oscar Relatos Salvajes, Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo es un largometraje que en sus 113 minutos de duración compila ocho relatos basados en cuentos del mítico autor rosarino. La propuesta está a cargo de seis directores que comparten ciudad de origen con Fontanarrosa y que se repartieron las adaptaciones de los cuentos “No sé si he sido claro”, “Vidas Privadas”, “Sueño de Barrio”, “El Asombrado”, “Elige tu propia aventura” y “Semblanzas Deportivas”, esta última parte dividida en tres cortos de menor duración que, desde la animación, le dan a la película ese toque futbolero tan presente en la pluma del Negro.
Siguiendo con el paralelismo con la obra de Damián Szifrón, vale decir que no hay elementos tangibles que unan a cada parte en que está dividida la obra. Ni escenarios, ni personajes compartidos, ni hechos que le den cierre a una parte para iniciar otra. Cada relato empieza y termina con un clásico fundido a negro a modo de separación aunque claro, las semejanzas, por más sutiles que sean desde algunos rasgos recurrentes o temáticas que se revisitan, terminan saliendo a la luz a partir de ese autor común que las agrupa y que tenía un estilo tan particular.
Desde el género, muy fácilmente podríamos catalogar a la película como una comedia dadas las características de los personajes de todos los relatos. En mayor o menor medida, el humor dice presente a lo largo de toda la obra aunque no de la misma forma ya que podemos encontrar bromas chabacanas, momentos tragicómicos, humor sutil, chistes con doble sentido y situaciones completas en general que promueven la carcajada de distintas maneras y desde orígenes diversos. Sin embargo, una vez más, dentro de la variedad surge el vínculo. Y en este sentido esto se percibe desde el tono bien argentino, bien autóctono que se nota en todas las historias de la película, tanto en la forma de sus temáticas como por su contenido.
Otro elemento recurrente, tal vez el principal, tiene que ver con algún rasgo, a veces más sutil a veces más literal, que desde el realismo mágico o la fantasía que se pega mucho a lo mundano marca la pauta de cada fragmento de la obra. Ya sea por un hombre que no proyecta sombra, una pareja que sin casi moverse está en su casa y en un escenario teatral al mismo tiempo, un personaje con un atributo físico ridículamente desmesurado, una comisaría que tiene jurisdicción sobre los sueños, un hombre que puede elegir su propia aventura o las proezas deportivas que de tan milagrosas que aparentan, se parecen a la realidad, la película navega por estas aguas que se la dan de irreales pero que desembocan en reflexiones tan aplicables a la vida que nadie puede dejar de sentirse identificado.
Desde lo actoral, el elenco está a la altura en todo momento aunque cabe destacar la química que se produce entre Gastón Pauls y Julieta Cardinali en “Vidas Privadas”, la enorme naturalidad con que Dady Brieva hace reír en “No sé si he sido claro”, la sobreactuación bien entendida de Pablo Granados y Chiqui Abecasis en “Sueño de Barrio”, la seriedad casi imperturbable con la que Darío Grandinetti y Claudio Rissi protagonizan varios de los momentos más graciosos de la película en “El Asombrado”, el talento camaleónico de Luis Machín que también dice presente en “Elige tu propia aventura” o el estilo tan particular de Miguel Franchi para narrar las distintas “Semblanzas Deportivas”. Y técnicamente también hay algunas perlitas dignas de mención como las transiciones y planos secuencia de “Vidas Privadas”, los efectos visuales en las sombras de “El Asombrado” y directamente toda la estética animada de “Semblanzas Deportivas” que le da vida en más de un sentido a los dibujos del Negro Fontanarrosa.
El estilo de uno de los artistas más queridos de los últimos tiempos que, siempre respetando la esencia de su obra, transportan a la pantalla los directores Juan Pablo Buscarini, Gustavo Postiglione, Néstor Zapata, Héctor Molina, Hugo Grosso y Pablo Rodríguez Jáuregui desde su rosarina heterogeneidad hacen de Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo una obra ágil, ecléctica, bien argentina y disfrutable tanto para los fanáticos del Negro como para los que lo vayan a descubrir en esta película.