Aldea rosarina
La cartelera porteña se renueva con la película Fontanarrosa, Lo que Se Dice un Ídolo (2017). A diez años de su muerte, el director rosarino Juan Pablo Buscarini centra la génesis del proyecto en capturar y transmitir al espectador la capacidad de observación (visual y auditiva) que convirtió a Roberto Fontanarrosa en emblema de la literatura argentina. Bajo esta premisa Buscarini –El Ratón Pérez (2006), El Inventor de Juegos (2014)- invita a re(descubrir) la impronta, única e irremplazable, del humorista gráfico creador de las famosas viñetas Inodoro Pereyra y Boogie el Aceitoso que dieron origen al género literario de los relatos futboleros. Como así también, replicar su gran talento, pasión, textura y capacidad narrativa para componer personajes sólidos cuyas voces y sentimientos cobren vida en la mente del lector después de haber leído sus populares libros El Mundo ha Vivido Equivocado, No Sé si he sido Claro y Las Malas Palabras. Para ello, Buscarini reúne a cinco colegas rosarinos (entre ellos Gustavo Postiglione, Héctor Molina, Néstor Zapata, Hugo Grosso y Pablo Rodríguez Jáuregui), y bajo el lema Seis cuentos, seis directores, una película, buscan, cual efecto antología de relatos, reproducir la magia de “el Negro” con seis cortos basados en su obra literaria. Cabe recordar que Juan José Campanella fue pionero en llevar sus cuentos a la pantalla grande con Metegol (2013), basada en “Memorias de un wing derecho” donde un jugador de madera cobra vida.
La estética fusiona la pasión del autor por las letras con su amor por el fútbol, y sumerge al espectador en la estética de lo popular a través de un mix de relatos ficcionados que reúnen las múltiples visiones de concepción del mundo de Fontanarrosa: su prosa, su amor por la ciencia ficción, las semblanzas deportivas, el absurdo, las charlas de café, las mujeres y el barrio como extensión de la identidad. Este formato, por momentos recuerda a Relatos Salvajes (2014), de Damián Szifrón cuando en seis episodios sus personajes cruzan la delgada línea de la violencia y pasan de civilización a barbarie. Si bien, aquí no hay un género específico, tiene cierto arraigue con la comedia negra, y el producto final reúne los relatos en un simple juego donde la literatura y el fútbol encuentran un punto común: ambos dependen de la exigencia para producir placer. De esta manera, podemos dividir las temáticas en dos bloques: Lado A, historias de barrio; lado B, la vida misma. Ambos lados forman parte del mismo cassette que refleja la particular estética de Fontanarrosa para hablar de las cinco cosas esenciales en la vida: amistad, amor, pasión, locura y muerte. En esta sintonía, cada director eligió la historia que más marcó su vida con el objetivo de reproducir desde su propia mirada la mística que les aportó.
A grandes rasgos, los cortos llevan los nombres de sus cuentos. El lado A es un biopic que representa la “rosarinidad” mediante frases distintivas y los colores con que “El Negro” pinta su aldea. En esta sintonía, Buscarini dirige “No sé si he sido claro”, protagonizado por Dady Brieva, basándose en expresiones tales como “Te digo más”, “Usted no me lo va a creer”, “No sé si he sido claro”, del segundo libro de Fontanarrosa. Por el mismo sendero trasciende “Sueño de barrio”, de Zapata, con actuaciones de Pablo Granados, Chiqui Abecasis y Raúl Calandra, para retratar anécdotas peculiares que transcurren en clubes y comisarías rosarinas. Entretanto, se intercalan tres segmentos animados de “Semblanzas Deportivas”, fiel al estilo de la revista Fierro, dirigido por Rodríguez Jáuregui con la voz de Miguel Franchi. Incluye el cuento imbatible “19 de diciembre de 1971” del libro Nada del otro mundo donde se retrata el día que el equipo rosarino dirigido por Ángel Labruna le ganó 1 a 0 a Newell´s en la semifinal del torneo nacional gracias al famoso gol de palomita del jugador Aldo Pedro Poy. Es formidable la manera en que cinco minutos transmiten la mágica historieta que dio inicio al mito del Viejo Casale, un hincha empedernido, que los “canallas” consideraban amuleto y cábala para ganar los clásicos; motivo por el cual lo secuestran y llevan a la cancha hasta el día más feliz de sus vidas en que salió campeón y el viejo murió feliz de un infarto.
El lado B se ancla a historias que reflejan su visión del amor. Por ejemplo, el corto “Vidas Privadas”, dirigido por Postiglione, con Gastón Pauls, Julieta Cardinali y Jean Pierre Noher, inspirados en cómo posiciona a la mujer de su último libro “El rey de la milonga” como un “fastidio” para el hombre, y viceversa en función a sus a objetivos antagónicos. Con el mismo tinte, Grosso realiza “Elige tu propia aventura”, basado en el libro El mundo ha vivido equivocado, donde evoca el mágico momento de la conquista femenina, a través del personaje interpretado por el actor rosarino Luis Machín; mientras observa desde la barra de un bar a dos mujeres (Kate Rodriguez e Ivana Acosta), se (re)pregunta a cuál de las dos acercarse, nace la típica incógnitas peyorativa “¿Y si…?”, en detrimento a las atrocidades que su mente dispara factibles de ocurrir si habla. La situación, a su vez, rememora la mítica mesa de los galanes en el bar El Cairo, donde se encontraba con amigos a charlar y se inspiraba en la gestualidad de las personas para sus personajes. Por su parte, Molina dirige “El Asombrado”, con Darío Grandinetti, para abordar las reseñas del libro El mayor de mis defectos: el complejo de Edipo y de re(conocimiento) frente al espejo. También actúan Claudio Rissi, Catherine Fulop y Mario Alarcón.
Párrafo aparte para el elenco, que logra la magia buscada en una obra excepcional, llena de vida. Así, Fontanarrosa, Lo que Se Dice un Ídolo consigue su propósito: introduce al espectador en los ojos de “El Negro”, permitiendo que empatice con su universo literario (tres novelas y más de diez volúmenes de cuentos) y, sobre todo, con Rosario. Sin duda, este futbolero de alma supo captar la esencia de las bellas cosas simples en su tierra natal mediante el contacto permanente con sus calles y su gente para servirse de ellas como fuente de inspiración. Su impronta dejó un legado: un nuevo género literario que creó junto a Osvaldo Soriano en detrimento al pre-concepto de Borges y Cortázar sobre el fútbol como algo trivial. Roberto Fontanarrosa falleció a los 62 años, pero su obra sigue más latente que nunca.