Película sueca que busca un lugar entre las nominaciones al Oscar extranjero
El cuarto largometraje de Ruben Ostlund y primero en estrenarse localmente integró la selección “Un Certain Regard” del último Festival de Cannes y ganó el premio del Jurado (segundo en importancia de esta competencia).
Lo primero que conviene señalar es que durante el Festival fue posible enterarse de que más de un distribuidor argentino estaba compitiendo por su compra. Ya se conoce quien finalmente la adquirió y puede decirse que era bastante lógico, por sus antecedentes, que fuera ella la empresa adjudicataria.
Pero pasemos ahora a analizar “Force Majeure”, que en inglés se conoce como “Turist”, y que en Argentina conserva el título francés y le agrega “La traición del instinto”, que aclara un poco de qué va la película.
La acción transcurre en los Alpes franceses pero curiosamente lo que menos abundan son ciudadanos de esa procedencia.
Los “turistas” en verdad son en su mayoría suecos al igual que el realizador y los actores principales. Tomas (Johannes Kuhnke) y Ebba (Lisa Loven Kongsli) son un matrimonio aparentemente feliz a quienes acompañan sus hijos Harry y Vera, ambos niños y hermanos en la vida real (Vincent y Clara Wettergren).
Serán apenas seis días, cada uno de los cuales será presentado con una música estridente y un paisaje espectacular, siendo esto último gran mérito del director de fotografía Fredrik Wenzel.
El primer día será pura armonía con tiempo para deslizarse por bellas pistas de esquí y disfrutar del hotel, donde lo único que desentona son las habitaciones que se parecen por su exiguo tamaño a las cabinas de un crucero.
El segundo día será el momento en que un inesperado evento, una avalancha mientras están almorzando, producirá un brusco cambio y ya nada será como antes. En verdad el alud se detiene prácticamente a pocos metros del restaurant pero algo de nieve llega hasta ellos, los cubre de blanco impidiendo ver inmediatamente que ha ocurrido.
Pronto se sabrá que Ebba logró proteger a sus hijos mientras que Tomas sólo atinó a rescatar su celular y a escapar en un momento de pánico, descuidando a su familia. Ese acto de cobardía le será enrostrado por su esposa una vez los cuatro nuevamente reunidos. El reproche que le hace su mujer es entendible pero algo nos dice que fue también la ocasión que ella esperaba para exteriorizar su insatisfacción conyugal.
Hasta ese momento el grueso de los espectadores se solidarizará con la posición de la esposa y sentirá que son los hijos los más afectados al haber comprobado el abandono a que fueron sometidos por el padre. Este intentará alguna disculpa con el resto del grupo familiar.
La aparición de otra pareja con un hombre casado, que tiene la edad de Tomas, acompañado de una joven mucho más joven producirá un vuelco a partir del tercer día. En algún momento Ebba volverá nuevamente a la carga y expondrá a su esposo delante de los hijos y la pareja, rememorando lo acontecido el segundo día.
A partir de entonces los espectadores seguramente no tendrán una posición unánime frente a la actitud de la esposa y alguno hasta podrá deplorarla.
Ostlund con inteligencia no toma una clara posición, intentando bajar línea. Hasta resulta patético ver como Tomas se desespera al comprobar que algo se ha roto en su matrimonio particularmente en una escena en que su ocasional nuevo amigo lo invita a que se descargue gritando en la montaña. Y aún más en otra cuando se lo ve tirado desesperado en el piso a la entrada de su habitación.
El final cuando abandonan el hotel puede sorprender a más de uno y admite más de una lectura. Pero lo que queda claro es que, merced a excelentes interpretaciones y una hermosa fotografía, “Force Majeure” bien mereció una distinción en el último Festival de Cannes. Se comprende que Suecia la haya seleccionado para competir por un lugar en la terna del Oscar a mejor película extranjera.