Durante las décadas de 1960, 1970 y 1980, la ciudad de Buenos Aires vivió el apogeo del teatro de revista. Las vedettes y capocómicos del momento desfilaban por la avenida Corrientes y los teatros Maipo y Tabaris, entre otros, eran los templos sagrados del espectáculo argentino.
En el medio de esa vorágine de brillantina y plumas estelares, unas tímidas hermanas oriundas de Bogotá, que llegaron a la ciudad en 1958, montaron un estudio de fotografía ubicado en el corazón de la famosa calle Corrientes. Durante más de 30 años, Foto Estudio Luisita retrató a las celebridades del mundo del espectáculo porteño como nunca nadie lo hizo.
Detrás de la cámara estaba Luisita, mujer sensible que, a fuerza de trabajo silencioso, logró posicionarse en el campo de la fotografía, dominado básicamente por hombres. A Luisita la ayudaban sus hermanas inseparables, Chela y Rosita, quienes tenían un trabajo más en las sombras, más artesanal, más minucioso: la iluminación, el montaje, perfeccionar los negativos, pintarlos, retocarlos.
Más de 25 mil fotos encajonadas en el departamento de las hermanas Escarria fueron el disparador para que Sol Miraglia, una de las directoras del documental junto con Hugo Manso, se hiciera amiga de Luisita y decidiera dar a conocer ese enorme archivo fotográfico de la farándula vernácula.
Foto Estudio Luisita recupera el valioso trabajo de estas mujeres dejadas de lado durante mucho tiempo por el circuito oficial de la fotografía. Luisita, Chela y Rosita se encargaron de sacarle fotos a artistas populares como Atahualpa Yupanqui, Tita Merello, Luis Sandrini, Libertad Lamarque, José Marrone, Jorge Porcel, Susana Giménez, Moria Casán, Alberto Omedo, Amelita Vargas, entre muchos otros. Además de encargarse de las marquesinas y de hacer fotografías innovadoras de grupos tropicales de la época.
Pero el documental no es sólo el retrato nostálgico de estas pequeñas genias de la fotografía. Foto Estudio Luisita tiene algo del orden de lo singular. Que tres hermanas, hoy octogenarias, hayan llevado adelante un estudio de fotografía en el centro de Buenos Aires, con todo lo que eso significa, es de por sí una anomalía que roza lo freak, lo genial, lo único. Son justamente sus condiciones de mujeres con talento natural e invisibilidad involuntaria, y su simple personalidad, las que la dotan de encanto y singularidad.
Se podría decir que el don de Lusita consistía en hacer fotogénico cualquier rostro. “Un artista es encontrar lo bello de la vida; saber distinguir lo bueno de lo malo; siempre buscar lo mejor y todo lo que sea bueno”, dice su hermana Chela.
En un momento, Luisita casi que revela el secreto de su arte: “Hay que hacerlos pensar algo lindo, eso le transmite serenidad al rostro y lo transforma”. La obra de Luisita es tímida como ella. No levanta la voz ni llama la atención. Está ahí, esperándonos, paciente.