Los chanchullos del deporte
En los papeles pareciera que Foxcatcher sigue la senda inaugurada por Bennett Miller en Moneyball, su extraordinaria anterior película, y si bien las dos tienen muchos puntos en común -sobre todo en lo temático-, sorprende la diferencia de tono y de ritmo. Comparando a las dos películas uno puede notar el talento de Miller para contar historias que requieren distintos enfoques estéticos pero manteniendo siempre el clasicismo, el cuidado en los detalles y una cadencia firme.
En Foxcatcher, Miller vuelve a los arrabales del deporte. En este caso, la lucha libre. Y con arrabales, me refiero a que no se trata esta de una película deportiva en el sentido estricto como podría ser Any Given Sunday, Rocky o, incluso, Karate Kid. Acá no importa demasiado si el protagonista consigue su medalla de oro ni tampoco el momento climático está en el enfrentamiento final con un rival.
La historia que cuenta Miller es la de tres personajes inmersos en ese mundo: Mark Schultz (Channing Tatum), un hosco y solitario campeón de lucha libre que busca repetir en los Juegos Olímpicos de Seúl ‘88; su hermano David (Mark Ruffalo), también campeón y ahora entrenador, más “normal”, que lo eclipsa involuntariamente; y el enigmático millonario John du Pont (un muy distinto Steve Carell), que arma un gimnasio en su mansión para entrenar a jóvenes luchadores y se relaciona de una manera bastante peculiar con David.
A diferencia de Moneyball, que tenía entre sus guionistas al muy parlanchín Aaron Sorkin, Foxcatcher tiene un tono muchísimo más ascético y un ritmo más reposado. El enigma está depositado en los personajes: desde el principio nos preguntamos qué onda con Mark Schultz y, sobre todo, cuáles son las motivaciones ocultas de John du Pont. Esos misterios son los que nos llevan de las narices y nos sumergen en un mundo de cuerpos luchando, casi abrazándose con un homoerotismo a veces sugerido y otras veces un poco más que eso.
Foxcatcher es tan compacta y, podría decirse, perfecta, que Steve Carell por momentos aparece como una arruga en la media. John du Pont es un personaje extraordinario dibujado por un guión inteligentísimo y animado por un Miller que es un capo para manejar a los actores (todos están muy bien siempre y hay que recordar que le dio a Philip Seymour Hoffman su único Oscar, por interpretar a Truman Capote), y Carell logra despojarse de su aura de actor de comedia y hacer un papel “serio” y contenido, pero le juega en contra ese maquillaje y su rictus que lo hacen parecer un Vito Corleone con uniforme Adidas.
De todas formas, y más allá de ciertos momentos en los que el trabajo de Carell -y en menor medida de Tatum, que está un poco Osvaldo Laport- representa un ripio en una narración fluida, Foxcatcher es una rareza hermosa, melancólica y trágica que pone a Bennett Miller, con apenas tres películas en su haber, en el lugar de uno de los realizadores fundamentales del cine norteamericano clásico, al menos de su generación.