DE ÁGUILAS Y SIMIOS
La sonrisa que se le filtra a Mark Schultz cuando John du Pont le pide que lo llame Águila o Águila dorada es genuina. Dice más que cualquiera de las pocas, poquísimas, palabras pronunciadas por ese luchador que interpreta un convincente Channing Tatum. Es una grieta que raja su corporalidad simiesca (tiempo después ese pseudopadre pseudomentor que es Du Pont lo tildará de “simio desagradecido”) revelando una idea que se confirmará más tarde: este tipo está loco.
Foxcatcher cuenta la historia de Mark y Dave Schultz, campeones mundiales y olímpicos de lucha libre y su relación con John du Pont, uno de los popes de la industria química yanqui obsesionado por la disciplina que practican los hermanos y en la que él no ha podido destacar. John se acerca en principio al hermano menor para ofrecerle dinero y las instalaciones necesarias para optimizar su entrenamiento como luchador con el fin de conseguir más títulos y medallas para el país. Se ampara en la necesidad de inspirar a los más jóvenes, de llevar a los Estados Unidos a lo más alto, de promover valores ejemplares. Lo hace, en fin, por la patria.
Víctima de una suerte de enamoramiento, el hermano pequeño cae en la red y lo que al comienzo se perfilaba como un patrocinio se revela como una franca apropiación. Así como la dinastía du Pont perseguía a los zorros en esas cintas que se pueden ver al comienzo del film, la autodenominada Águila (du Pont se sostiene en títulos que no puede ganar y que obliga a que otros ganen por él) posará sus ojos en Mark. Los efectos de una mirada deshumanizada no pueden ser otros más que la deshumanización, y si Mark ya era de pocas palabras, John se llevará las que le quedaban a fuerza de ejercer una violencia más nociva que la de aquellos que combaten sobre el tapiz. En el horizonte se vislumbra la animalidad.
Así como Capote le valió el Oscar a Phillip Seymour Hoffman y una nominación a Catherine Keener, y Moneyball recibió nominaciones por el trabajo de Brad Pitt y Jonah Hill, Bennett Miller vuelve a dar la nota esta vez con Steve Carell y Mark Ruffalo. Es este último, el que encarna a Dave, el hermano mayor, el único capaz de hacerse una pregunta que cuestione el orden establecido. Del terceto que conforma junto a su hermano y du Pont es quien ha logrado casarse y tener hijos. Claro que dentro de estas coordenadas tomar la palabra para enunciar una verdad está prohibido. El destino del único padre que aparece en la película, no puede ser sino el que ya todos conocemos.
Foxcatcher retrata el encuentro entre dos niños de distinta clase social: el de Mark Schultz, que arrastra consigo una profunda necesidad de castigo, y el de John du Pont, que parece haber trocado el interés de su madre por montar caballos en el de coquetear con hombres que se montan los unos a los otros. No es casual que de sus respectivos padres no se sepa nada.
Como ocurría en la que hasta el momento es su mejor película, Moneyball, Bennett Miller cierra su opus tres con una escena de poderosa simpleza. Una bocanada de lucidez en medio de tanto delirio.//?z