Deporte, infelicidad y tragedia
Bennet Miller parece haber encontrado en el universo del deporte profesional un semillero de historias trascendentes que vale la pena que sean filmadas. Si con El juego de la fortuna consigue una historia de triunfo épico de esas que inflan el pecho, con Foxcatcher logra una tragedia de tono operístico y amargura angustiante.
Antes de que se desarrolle la historia de la tormentosa relación entre John Du Pont (Steve Carell) y Mark Schultz (Channing Tatum), el prólogo de Foxcatcher es sobre un tema típico de las historias cuyo centro es el deporte, y es la ingratitud del profesionalismo y el alto rendimiento. El deporte se lleva lo mejor de la juventud y el cuerpo de los atletas, esos individuos que explotan al máximo capacidades que nunca volverán a tener. Hay una frase que le debemos atribuir a Marcelo Bielsa porque es el último que la dijo públicamente (bueno, en un video de YouTube) pero que seguro es de Schopenhauer: “ser el mejor te quita felicidad” le decía a un joven defensor del Olympique de Marsella. Pensemos en Juan Román Riquelme, hombre que con toda seguridad sabe que está viviendo sus últimos tiempos como futbolista profesional activo, y que además a pesar de su lenguaje corporal se la pasa afirmando que es feliz (ok, “felí”), pero que nunca termina de cerrar esa etapa. La presión y depresión de ser el mejor y luego dejar de serlo inmediatamente, y también la posibilidad de llegar al máximo de nuestras capacidades y aún así no lograr nunca ser el mejor, de eso habla en principio Foxcatcher.
Luego la película empieza a contar otra cosa, la historia de una amistad construida por la unión de dos almas con muy baja autoestima: la relación que mantuvieron durante un tiempo John Du Pont y Mark Schultz y por extensión Dave Schultz (Mark Ruffalo), un trío con la dinámica de un triángulo amoroso y cuyas interacciones conducirán a la tragedia. Aquí nos encontramos con un punto débil de Foxcatcher, que son las actuaciones: más allá de su efectividad no terminan de convencer. Carell no falla casi nunca en general, pero en Foxcatcher está un tanto exagerada su impostación. El Mark Schultz de Tatum está al límite de la competencia mental y además camina como un muppet; y Mark Ruffalo es tan natural siempre que parece mentira. El punto es que ninguno de los tres da enteramente en la tecla.
Ya que estamos en la zona negativa de la crítica, mencionemos el otro punto débil del film que es el ritmo. Foxcatcher no aburre pero el pulso que Miller acostumbra es demorado y cuando repite cierta información, puede llegar a molestar un poco. Por ejemplo, subraya innecesariamente que John Du Pont tenía una relación difícil con su madre y que en el fondo era un niño que buscaba aprobación.
Por suerte estas fallas no terminan empantanando el resultado final: la extrañeza se transforma en patetismo, y el patetismo en inevitable tragedia con una solidez que no puede menos que causarnos angustia y amargura. A veces los mejores también ganan arañando en el final y creo que ese es el caso de Bennet Miller y su Foxcatcher.