Fragmentado

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Un villano que asusta por 23

En 1999, M. Night Shyamalan se consagró con Sexto sentido. Estaba llamado a ser el gran director de cine de género con elementos sobrenaturales e ínfulas intelectuales de su generación. Más allá de algunos films rescatables, su carrera se fue en una pendiente que parecía no tener fin. Sin embargo, la bienvenida recuperación arrancó hace un par de años con Los huéspedes y continúa ahora con Fragmentado.

James McAvoy -en un tour de force actoral de esos que quedan en la historia- encarna a un hombre con un serio trastorno de identidad disociativo. Tan serio que en él conviven nada menos que 23 personalidades distintas (desde las más violentas hasta las más dóciles, de las más adultas a las más aniñadas, de las más masculinas a las más femeninas).

Lo cierto es que el protagonista secuestra en los primeros minutos del film a tres adolescentes (Anya Taylor-Joy, Jessica Sula y Haley Lu Richardson) y las mantiene encerradas en un lugar semiabandonado. Ellas deberán lidiar, por supuesto, con las distintas personalidades del captor, que va cambiando a cada rato de actitud. El quinto personaje importante de este casi siempre fascinante rompecabezas psicológico es la veterana terapeuta de McAvoy (Betty Buckley). Aunque por momentos se apela al trazo grueso, al subrayado y a ciertas arbitrariedades a la hora de explorar los demonios internos y los traumas infantiles que generan heridas de por vida, Fragmentado cumple con su objetivo principal: nunca deja de entretener y aterrar.