El hombre de las 23 caras
Adivinar el giro final de una película de M. Night Shyamalan, sólo con ver el tráiler, es casi una competencia cuando recién aparecen los avances de uno de sus nuevos proyectos.
Esencialmente, Shyamalan creó un género propio en sí mismo con la irrupción de Sexto sentido (1999), El protegido (2000) y Señales (2002): personajes masculinos endebles que enfrentan crisis existenciales a la par de conflictos con aura paranormal. Fantasmas distraídos, superhéroes de carne y hueso o alienígenas fóbicos al agua, todos son representados con la misma seriedad y pragmatismo que las habituales vueltas de tuerca en sus películas. La fórmula pocas veces cambia y, por sobre cada mensaje espiritual y medioambientalista, más parece aferrarse a sus convicciones cinematográficas. Y, a decir verdad, en tiempos donde reina el exitismo masivo, es casi una cualidad de este realizador amado/odiado por sus manierismos.
Sin embargo, de todas sus propuestas ambiciosas, Fragmentado (2017) es lo más parecido a un equilibrio, entre lo que alguna vez supo insinuar el director indio en sus inicios a base de planos osados, y la vibra siniestra característica de sus films más experimentales. Algo que si bien ya se podía ver en la más que aceptable Los huéspedes (2015), no dejaba de ser una propuesta en piloto automático.
En este caso, la libertad artística se hace valer desde un primer momento. Aquí, la mirada Shyamalanesca del thriller psicológico deja de focalizarse en la construcción del giro final para hacer hincapié en el desarrollo de personajes, y por primera vez el giro aparece desde el comienzo como principal premisa: El villano tiene múltiples personalidades y no es ningún secreto.
El secuestro de tres adolescentes, Casey (Anya Taylor-Joy, luego de su gran debut en The Witch), Claire (Haley Lu Richardson) y Marcia (Jessica Sula), es el mero disparador inicial para que su captor Kevin (James Mcavoy) comience a demostrar progresivamente su locura a través de nada menos que 23 personalidades. Cada una con sus propias características y pensamientos únicos, el foco no está puesto únicamente en predecir qué tipo de secretos nos depara cada uno de sus álter egos, sino también en la relación de éstos con sus víctimas.
Desde la obsesividad compulsiva de Dennis y las fantasías del aniñado Hedwig, hasta los sofisticados modales de Patricia y la sensibilidad de Barry, Mcavoy realiza una labor excelente a la hora de encarnar esta multitud de identidades tan dispares – incluso llegando a cambiar de una a otra en un mismo diálogo – y se aleja aún más de los papeles acartonados que alguna vez lo lanzaron a la fama. Situaciones absurdas, como una coreografía de Kanye West, acaban aportando otro sentido cuando el actor escoces logra transmitir una impronta tanto patética como aterradora.
De todas formas, Fragmentado no está exenta de los clásicos vicios pretenciosos de Shyamalan como cineasta. Parte de su particular estilo – ya ni siquiera se pueden considerar falencias cuando ya es notorio que viene a ser algo intencional –, los ya conocidos discursos híper explicativos y las acciones inexplicables de ciertos personajes terminan combinándose con estilizados planos subjetivos y perspectivas claustrofóbicas que contagian la paranoia del encierro.
Todos estos elementos convergen para ir sumando, de a poco, más incógnitas a las verdaderas intenciones de Kevin (o de algunos de los entes que conviven en su cabeza), al plan de las chicas para escapar, y fundamentalmente al escenario macabro que producen estas personalidades al interactuar entre sí, poniendo el límite de lo humano en juego. Shyamalan mantiene vivo el misterio hasta los créditos finales y resignifica en última instancia todo lo que se venía contando hasta el momento, atando cabos que ni siquiera se habían planteado desde un principio.
Probablemente estemos en condiciones de decir que el realizador indio haya logrado recuperar su mejor forma desde sus primeras colaboraciones con Bruce Willis. ¿Quién sabe? Con suerte hasta podríamos verlos juntos de nuevo.