Personalidades en cautiverio
El indio M. Night Shyamalan supo demostrar a lo largo de sus primeras películas un gran manejo en lo que a puesta en escena y destreza para manipular la cámara se refiere, cualidades que en este último opus, Fragmentado, vuelven a resaltar en una suerte de retorno a su viejo cine con ciertas diferencias de estilo en base a los años transcurridos y a la irregular recepción de sus películas más recientes que lo sumieron en una pendiente descendente de la que parecía comenzar a salir a partir de su anterior obra La Visita.
Si bien en otros países al film se lo denominó con otro título como por ejemplo Múltiple, lo cierto es que lo “múltiple” en este caso no se amolda a las personalidades disociadas del protagonista, sino a los puntos de vista sobre la historia en todo su desarrollo. La primera gran pregunta que rondaba cuando se conoció el proyecto, que iba a contar como protagonista con el actor Joaquin Phoenix (por motivos de agenda no pudo incorporarse) era si esas personalidades iban a encontrar en James McAvoy el actor ideal para emerger. Afortunadamente, uno de los pilares en que Fragmentado se apoya es en el enorme aporte de este actor para encarnar a varias de las caras visibles de Kevin.
El relato define con sutileza el verdadero conflicto psíquico del protagonista, su cúmulo de traumas ligados a su infancia y pasado que son el origen de las personalidades que tomarán su cuerpo y mente no de manera azarosa sino bajo un estricto patrón que el espectador deberá ir descubriendo entre pistas, detalles, gestos y reacciones ante el entorno. Para que este mecanismo psicológico opere es necesario el conflicto no tanto en su faceta de adaptabilidad, sino como respuesta ante la vulnerabilidad y el dolor que causa la disociación. Tal vez el director cometa aquí uno de los primeros errores de la película al trazar cierto paralelismo entre Kevin, opacado por todas sus otras personalidades, y una de las chicas raptadas (Anya Taylor-Joy), antagonista por excelencia, para quien reserva el recurso del flashback explicativo y abusivo. Lo mismo ocurre con la figura de la psiquiatra (Betty Buckley), representante de la idea de la ciencia frente al desorden natural, pero también pretexto narrativo para reforzar algunos elementos claves de la trama para todo aquel público disperso o enemigo de la sutileza.
Con sus fallas – que debe reconocerse son menos que los aciertos – el guión de Fragmentado dosifica y multiplica de manera inteligente y eficaz la información pero además construye con rasgos distintivos cada una de las personalidades e incluso deja el juego a la interacción cuando el conflicto psicológico emerge a la superficie y el propio protagonista padece los brotes con especulación y sorpresa, en un registro que oscila entre el suspenso y el terror en proporciones adecuadas, aunque el defecto a veces llega en los momentos de los climas teniendo presente la puesta a prueba de la resistencia de las tres cautivas, los propósitos rituales y el espacio de encierro y angustia, que aumenta con el correr de los minutos.
Resulta por demás interesante la subtrama entre Anya Taylor-Joy y su captor en términos de cazadores y presas que intercambian roles, unidos por el hilo delgado de la locura y la cordura o lo instintivo por encima de la racionalidad. Sin embargo, a ese puñado de subtramas hilvanadas a veces de manera torpe y otra acertadas le juega un tanto en contra la pseudo filosofía oculta en la trama y mucho mas un epílogo forzado que no alcanza para una re lectura del film como se pretende esgrimir en argumentaciones un tanto antojadizas y exageradas.