Una moviola que no olvida
El cine y la memoria van de la mano, uno desde su dispositivo indescifrable que hace inmortales a los mortales y la otra con un trabajo menos ampuloso en su intento por recuperar las huellas de lo que ha sido. Cine, memoria y militancia definen también parte de una década argentina atravesada por violencia y resistencia a un sistema económico y político que generaba desigualdades como producto de muchas decisiones mal ejecutadas desde el poder y la antagónica lucha intestina de dos modelos completamente diferentes en cuanto a las perspectivas de futuro de un país rehén de interrupciones de la democracia por golpes cívico militares que lo sumieron en las peores pesadillas.
Enrique Juárez desde su militancia peronista y su convicción política, cuadro referente de Montoneros, procuraba mostrar la realidad de su época en sus películas. Filmar en la clandestinidad tanto documentales como ficción mientras corrían alrededor tiempos de violencia, desapariciones y dictadura.
Las latas oxidadas que dejó antes de ser asesinado por la dictadura fueron recuperadas mucho tiempo después por sus hijos y hermano Nemesio Juárez y por eso los fragmentos de su historia de militancia se mezclan con los fotogramas recuperados para encontrar en el testimonio de muchos que ya no están como Octavio Getino, Humberto Ríos, el actor Carlos Roffé, y otros que sí están como Pino Solanas, Dante Gullo, Horacio Verbitski o el actor Mario Pasik su impronta y legado político más que cinematográfico.
Con Fragmentos Rebelados, David Blaustein organiza por un lado una semblanza del cine político de los ’70 en Argentina con el máximo ícono de la época que fuera La hora de los hornos pero también desde el archivo de la propia familia Juárez, hijos de Enrique que reconstruyen ese rompecabezas de la identidad y la memoria de un padre al que no conocieron en todas sus facetas. A veces resultan más atractivas las figuras convocadas que sus aportes testimoniales a cámara, aunque el peso de este documental se concentre en el terreno emocional desde esa confrontación con los fantasmas de la historia.
El cine puede funcionar a veces como un túnel del tiempo caprichoso y traernos la presencia desde la ausencia, aunque más no sea con un puñado de fotogramas inéditos, al que hay que acercar los ojos para determinar los contornos y desde los contornos el espacio que no tiene tiempo, pero que está más vivo cuando se rebela que cuando se lo procura ocultar.