Francia

Crítica de Florencia E. González - Leedor.com

Los dos lados de Caetano

Francia cuenta la historia de Mariana - Milagros, la hija del director - una niña de doce años entre los vaivenes económicos y sentimentales de sus padres. La madre - Natalia Oreiro trabaja como mucama y el padre - Lautaro Delgado - busca empleo mientras su nueva pareja - Mónica Ayos - lo echa de su casa acusándolo de golpeador. En el retrato de esta familia escindida, el punto de giro está planteado ante la posibilidad de que el padre ocupe una habitación libre de la casa en donde vive su ex-mujer con su hija.

La interpretación, por naturaleza abierta, posee al menos dos lados en esta obra de Caetano.

En el lado A, Francia es un film sencillo que cuenta una historia pequeña. Las peripecias del mundo adulto (problemas de pareja, económicos, de relación en general), son tópicos habituales en el cine y su abordaje no pretende muchas novedades. La idea de un film simple es apoyada por las declaraciones del director que afirma que es "lo más sencillo que he hecho", a lo que remata luego diciendo que es una película de la que no se va a salir de la sala diciendo “me rompió la cabeza”. En este sentido, en las escenas finales, los personajes explican el nombre del film. “Francia” constituye aquel imaginario inalcanzable para personas que no deben aspirar a ser más de lo que son. Idea que se desliza hacia las pocas ambiciones que parece tener a priori la película y en los escasos – aunque efectivos – recursos de producción.

El lado B es el más atractivo y arriesgado. Francia es una obra que apuesta a cierta experimentación. En esta segunda vertiente del film, subvierte los pilares de la narrativa clásica para sumergirse en el universo imaginario de Mariana. Con elementos extradiegéticos incluye con naturalidad, toques de videoclip como la traducción literal en imágenes, poemas sobreimpresos, pantallas partidas y series fotográficas. La utilización de la voz en off de la niña potencia su visión personal.

Otras escenas asumen esa propuesta más ecléctica. En el contexto de la historia, marcado por la pelea de una clase social que busca no caerse y sortear las penurias económicas del día a día, vemos a Oreiro como una mucama que acumula las humillaciones de una decadente familia burguesa. A través de un largo plano-secuencia, cámara lenta y sonido sin sincro, luego de una cena fallida, afloran las tensiones de clase con recursos cercanos a Lucrecia Martel, por ahí a Géminis de Albertina Carri y hasta el memorable final de La ceremonia de Chabrol. Otra escena se da en el marco del sacrificio de ambos padres para mantener a Mariana en un colegio privado. En una reunión con las maestras quejosas por la conducta de la niña, al mejor estilo Nouvelle Vague, se tuerce el punto de vista de los personajes, focalizando en la subjetividad de Mariana, dejando en segundo plano a los adultos y reforzando la crítica a las instituciones de encierro que acostumbra trabajar Caetano.

Estas situaciones, mientras se descifran las claves del microcosmos familiar, combinan estrategias narrativas contrapuestas: la clave clásica y la poco ortodoxa. Un registro aborda la acción desde un realismo crudo - bien estilo Caetano –, cronológico, casi gris y en plano fijo para contar las circunstancias que rodean a los grandes; y el otro, despliega una mirada más lúdica y fresca, un collage pop, casi experimental y poco alienado para aproximarse a la perspectiva de la niña.

Felizmente, el lado B de Francia se impone. La pulsión experimental e infantil, escuela pública y ritmo 80’s de la pegadiza “Gloria”, vencen al dogma adulto y al corset mercantilista del colegio privado. El significado del título, puestos en este plano, adquiere un sentido más metafórico donde el nombre “Francia” es la configuración de un mundo interno y algo iconoclasta que nos conduce al placer de una gloria íntima. Es el triunfo de Mariana quien en un bautizo propio, ahora se llama Gloria.

El punto más bajo del film es la performance despareja de los actores: Natalia Oreiro y Milagros Caetano vibran en la pantalla bastante por encima de Lautaro Delgado – aunque protagoniza una escena excelente con Daniel Valenzuela de policía - . Este desnivel, por momentos, amenaza con traspasarse a la obra en general.

Adrián Caetano se caracteriza por tener una filmografía fuerte. Películas con ideas rectoras que lleva adelante muy consecuentemente y con indudable arte de narrar. Tras los comienzos más independientes de Pizza, birra, faso y Bolivia, sus incursiones en un cine más crispado y con más producción como Crónica de una fuga y hasta sus interesantes interludios televisivos (Tumberos o Disputas), lo convierte en uno de los referentes más importantes del cine argentino que siempre propone algo más. Ahora con Francia ingresa nuevamente en el melodrama familiar, - ya lo había hecho en clave de western en Un oso rojo -, pero luego la película se revela en el intenso mundo de la infancia en el que conviven, a veces algo desordenados, hallazgos formales y narrativos.