Francia

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Juntos, pero no revueltos

En apariencia menos ambicioso, el nuevo filme de Adrián Caetano se centra en las relaciones familiares.

Como si la vida fuera un libro abierto de oportunidades, Francia plantea desde sus personajes protagónicos la esperanza y los temores ante situaciones comunes de cualquier mortal. El amor funciona como bálsamo o motivo de sana discordia.

Si Francia se asemeja a alguna otra película de Adrián Caetano -largo, no cortometraje- es a Un oso rojo . Padre, madre e hija, el primero alejado de las segundas -en el filme con Julio Chávez, por estar preso; aquí, Carlos se separó de Cristina cuando Mariana era muy pequeñita- y enfrentando una difícil convivencia.

Las comparaciones deberían terminar allí, ya que en Uno oso rojo a la relación padre-hija se sumaba un aliento de thriller que Francia está lejos de ofrecer.

Francia es una película, en apariencia, menos ambiciosa que otras realizaciones del director de Bolivia o Crónica de una fuga .

Carlos regresa al hogar más que por amor -nada se descarta- por penurias económicas compartidas: Cristina pensaba alquilar la piecita de arriba, a él le viene bárbaro y a Marianita, ni qué hablar. Es que, en verdad, la película está contada en buena parte desde lo que ve y absorbe como una esponja Mariana. A sus doce años la niña tiene problemas de conducta y de relación, vive como enfrascada con sus auriculares y el tema Gloria le fascina tanto como para querer que la llamen así. Pero el tener al padre bajo un mismo techo no le asegura que su mundo de relaciones cambie demasiado. Cada vértice del triángulo que conforman tiene asuntos por qué preocuparse, y Caetano les da su espacio propio.

Al margen del tema familiar, al director le interesa la inclusión social -Cristina no la pasa bien como empleada doméstica- y el maltrato contra la mujer -Carlos golpeaba a su nueva pareja-. Caetano sorprende por el tono que utiliza, por la musicalización y hasta por elegir a su propia hija Milagros en el papel protagónico.

Donde no hay lugar para el asombro es en el ya acostumbrado timing y rigor narrativo. Cuenta en planos secuencias -la escena en la que Mariana hace los deberes, con su mamá al lado- y es un gran director de actores. No es común ver a Natalia Oreiro en un papel como éste, y ganarse la simpatía del espectador. Chica de producción, Francia es más grande en su planteo que lo que parece a simple vista.