Buen retrato de un Papa inabarcable
"La gente venía a Roma a ver al Papa Juan Pablo II, venía a Roma para escuchar al Papa Benedicto, y ahora viene a Roma para abrazar al Papa Francisco". Así dice monseñor Darío Viganó, presidente del Centro Televisivo Vaticano, en una parte de este documental, y la frase define claramente la relación del pontífice argentino con los fieles y simpatizantes de todas partes.
Ya hubo otros documentales sobre él, pero eran de urgencia televisiva o de marcada militancia católica, como "Francis: The Pope From the New Word",producción de Knights of Columbus, Caballeros de Colón, histórica organización que en cierta época llegó a ser perseguida por el Ku Klux Klan. En cambio,"Francisco de Buenos Aires", de Miguel Rodríguez Arias, se hizo sin tanta urgencia, con mayor información, y con una mirada equilibradamente laica, o, en todo caso, ecuménica.
Entre los entrevistados aparecen su hermana María Elena, sus amigas Clelia Luro, viuda de monseñor Podestá, y Alicia Oliveira, jueza agnóstica y madre soltera cuyo hijo es ahijado del Papa, Yago de la Cierva, Bruno Ballardini, el cardenalJorge Mejía y el cura villero Guillermo Torre, el muslim Omar Abboub y los rabinosDaniel Goldman y Abraham Skorka, los periodistas Sergio Rubin ("Le recriminan que está desacralizando el Papado. ¡Gracias a Dios que está desacralizando el Papado!"), Elisabetta Piqué y Nello Scavo, el de "La lista de Bergoglio", sus amigos de la secundaria, y varios otros que lo conocen de cerca.
Apreciamos así, a través de testigos, investigadores y buen material de archivo, la práctica del compromiso social de Bergoglio como arzobispo porteño (creación de los curas villeros, lucha contra rufianes y talleres clandestinos, etc.), el crecimiento internacional de su buena fama, lo que decidió a los cardenales a resolver el Cónclave a su favor, los riesgos tomados bajo el gobierno militar para salvar personas que en muchos casos ni siquiera eran creyentes, los aportes a la calma durante la crisis del 2001, algo de su juventud y su sentido del humor, sus propuestas de cambio dentro de la Iglesia, y algunos gestos iniciales como la visita a los inmigrantes en Lampedusa, o la extensa charla "sin red" con los periodistas durante el regreso de Rio de Janeiro, cuando dijo aquel famoso "¿quién soy yo para juzgarlo?".
No falta, por supuesto, la nota de color sobre San Lorenzo de Almagro, sobre lo que cabe una pequeña observación: la foto del seminarista atajando la pelota, que ahí vemos, fue tomada por Ramón Masats en el Seminario Conciliar de Madrid, 1959, no tiene nada que ver pero igual es linda. Otras cosas se echan de menos, como el recuerdo de la aparición de monseñor Bergoglio en el Once a las pocas horas de Cromagnon, acompañando a los sufrientes (ninguna otra autoridad estuvo allí ni ese día ni los posteriores). Pero es imposible hacerle un retrato medianamente completo. Este Papa es inabarcable.
Postdata: otros buenos documentales de mirada laica sobre altos prelados argentinos son "Jaime de Nevares, último viaje", de Marcelo Céspedes y Carmen Guarini (hermosa, la escena donde un mapuche grandote con pinta de policía se quiebra en llanto al despedirlo), "Angelelli, la palabra viva", de Fernando Spiner, y "Ponce, el buen pastor", de Alejandro Areal Vélez, sobre monseñor Ponce de León, muerto en "accidente de tránsito" durante el gobierno militar, igual que Angelelli.