En los últimos años de la década del cuarenta, el gran Vincente Minnelli filmó cuatro películas extraordinarias: Undercurrent, un oscurísimo film noir; The Pirate, un musical de aventuras con un Gene Kelly en estadio de gracia; Madame Bovary, una de las mejores adaptaciones que se hizo sobre la novela de Flaubert, y Father of the Bride, una comedia clásica, ejecutada con mecanismos de relojería cinética. Estos saltos de géneros en pocos años eran habituales en la época de oro del cine de Hollywood, brindado por la enorme cantidad de directores talentosos que construyeron con ladrillos firmes el clasicismo. Minelli tenía un gran conocimiento de puesta en escena, de coherencia narrativa y una visión del mundo sólida y concreta. Es decir, la estructura moral de Kelly en The Pirate era la misma que Robert Taylor en Undercurrent. Minnelli había entendido todo de los primeros cincuenta años de cine, era un autor hecho y derecho.
Hoy, Clint Eastwood replica esa idea fundacional del cine, ese modelo de producción, esa coherencia en la puesta en escena y esa moral en sus personajes que lo convierten en el máximo referente vivo del clasicismo en el cine americano. Sus últimas tres películas son básicamente tres biopics (Hoover, Frankie Valli y Chris Kyle), pero que saltan de géneros entre el biopic duro (J. Edgard), el musical (Jersey Boys: Persiguiendo La Música) y en su última película, regresando al cine bélico: Francotirador.
Eastwood se mete por primera vez con el conflicto en Oriente Medio, repasando la historia de Chris Kyle (Bradley Cooper en muy buena forma), el francotirador con más muertes en su haber reconocidas por el ejército de los Estados Unidos. Clint intenta reconstruir la lógica de cómo un ser humano normal se puede convertir en una máquina de matar sin titubear y se apoya, indudablemente como referencia, en el Jeremy Renner de Vivir al Límite: un obseso desarmador de bombas que sólo le interesaba hacer bien su trabajo (idea central del cine de Kathryn Bigelow: personajes compulsivos por cumplir sus tareas). Ahora bien, la idea central del accionar de Kyle es construida por Clint desde la interrupción de la primera secuencia con la incomodidad que produce en el espectador cortar un pleno clima de suspense, donde el personaje tiene que decidir si mata un niño con una bomba o no, para que observemos un flashback sobre el por qué Kyle toma sus decisiones. Una infancia patriarcal “republicana” y white trash, con la idea de Dios presente en todo momento donde nos muestran al padre de Kyle enseñarle a disparar y descubrirse como habilidoso en el rubro marcan el destino del personaje, que conoce y se casa con Taya (la bella Sienna Miller) y no hará mucho más de su vida antes de enrolarse en los SEALS y partir hacia Irak.
Ahí, ya en Irak, donde Clint muestra alienación y locura, algunos interpretan un exceso de “americanismo” y tildan a Eastwood de paladín de la derecha imperialista. Esta visión sesgada con un risueño y casi patético progresismo de jardín de infantes es absolutamente vacua, ya que Clint sólo quiere mostrar lo inútil y estúpida que es esta guerra desatada por los Estados Unidos, al mostrar la conversión del personaje a un ente que quiere volver una y otra vez a Irak, dejando a su familia ante el argumento estúpido de querer seguir salvando vidas. Eastwood remarca esta idea idiota de manera gruesa, intencionalmente, en un dialogo entre Kyle y Taya sobre por qué debe regresar (casi el mismo dialogo entre Renner y su esposa en el final Vivir al Límite) y después lo reafirma en ese plano calcado al del inicio donde esta vez es Kyle quien lleva a su hijo a aprender a tirar, repitiendo la historia dos veces, primero como tragedia y después como farsa.
La película no es nacionalista en absoluto, después de la muerte de Kyle a manos de un veterano que pretendía ayudar el bueno de Eastwood despliega el juego de banderas yanquis en las rutas, homenajeando al hombre que “había dado la vida por ellos” a cambio de un sinsentido total, es decir, Clint muestra que Estados Unidos está jodido de verdad, pero ¿cómo haces para explicarle esto a los progresistas de escuela con coeficiente intelectual de preceptor de colegio secundario? Tarea muy difícil. Eso sí, cuando ven una película del genio de Eisenstein jamás dicen que existe nacionalismo y adoctrinamiento, porque para ellos existen “adoctrinamientos buenos y adoctrinamientos malos” por eso condenan a Eastwood pero a Pudovkin jamás. El Stalinismo es así.