La vitalidad de uno de los grandes de la cinematografía norteamericana
No es la primera vez que Clint Eastwood nos sorprende, pero esta vez nuestro asombro es mayor. Hace algo más de 10 años muchos críticos y cinéfilos opinaban que su estrella se estaba apagando.
Luego de obtener en 1992 nueve nominaciones y cuatro Oscars con “Los imperdonables” a la que sucedió tres años después “Los puentes de Madison”, quizás su obra más perfecta, siguieron una serie de películas relativamente menores con pobre respuesta de público.
Todo ello iba a cambiar en 2003 cuando “Río místico” sumara seis nominaciones al Oscar, ganando dos a mejor actor principal (Sean Penn) y de reparto (Tim Robbins). Y aún más cuando un año después “Million Dollar Baby” la superara incluso con siete nominaciónes y cuatro Oscars, incluyendo los dos mayores (mejor película y director).
Pero a partir de la segunda mitad de la década pasada nuevamente la suerte con el Oscar le sería esquiva, con un único galardón en un rubro menor (mejor edición de sonido) para “Cartas de Iwo Jima” en 2006. En 2008 (sin nominaciones) “Gran Torino” mejoró un poco la performance pero no funcionaron “J.Edgar” y menos aún “Jersey Boys”, que apenas vieron 12.000 espectadores en Argentina.
“Francotirador” (“American Sniper”) se estrenó en gran escala en los Estados Unidos hace una semana y ya ha superado allí los 120 millones de dólares de recaudación. Todo indica que será su película más taquillera, posición que hasta ahora ocupa “Gran Torino” con algo menos de 150 millones de dólares.
Pero además vuelve a posicionarse entre los principales candidatos con seis nominaciones que incluyen mejor película, director y actor.
La trama no es excesivamente novedosa al retornar a Irak y un conflicto muy frecuentado por el cine norteamericano. Si bien hay alguna alusión política (imagen del 11 de setiembre por televisión), el enfoque que adopta el director de “Los imperdonables” es más intimista, con la guerra como fondo. En eso se asemeja a “Vivir al límite” de Kathryn Bigelow, la mejor película de 2008 (seis Oscars), aunque en ésa el personaje central desarmaba bombas.
Otra diferencia sustancial es que en este caso se trata de un hecho verídico basado en el libro autobiográfico de Chris Kyle, quien pertenecía al cuerpo de operaciones especiales de la Armada de los Estados Unidos conocido como Navy SEALs.
Una de las primeras escenas marca el tono de gran parte de la película cuando vemos a Kyle (Bradley Cooper) apuntando con un arma y desde un techo de Bagdad a una mujer y a su hijo. Cuando ella le entregue un explosivo al niño y él vea todo a través de la mira, comprenderá la gravedad del mensaje que le envía un superior diciéndole que “tiene luz verde”, al que se agrega un seco “tú decides”.
La película también dedica algún tiempo a la rigurosa instrucción que reciben los SEALs en pleno barro, en la costa (playa) o soportando los chorros de agua que se les arroja desde mangueras a presión. Y también a presentar a Taya, su novia y luego esposa, en una buena interpretación de Sienna Miller (“Foxcatcher”).
El relato está dividido en cuatro partes o misiones (“tours”), entre las cuales se intercalan las visitas a su esposa e hijos. Lo que el espectador va percibiendo, a medida que avanza la trama, es lo que en un momento le expresa su pareja cuando afirma “si crees que la guerra no te afecta, estás equivocado”.
Las escenas de guerra son impactantes y hay de alguna manera un crescendo dramático que llega a su clímax cuando uno de sus colegas muere en una emboscada y otro, el más cercano afectivamente, es gravemente herido en el rostro.
Y pese al cuestionamiento que le hace su mujer al preguntarle “por qué lo hace” y su réplica de que él “combate por ella y por la patria”, ya Chris no parece ser el mismo. Ello se percibirá en sus visitas a psicólogos militares o también a hospitales que albergan a colegas mutilados, pensando que puede ayudarlos.
La cuarta y última misión será la más cruenta y espectacular frente a la supremacía numérica de los enemigos. Será el momento en que le avise por celular a Taya que está listo para volver.
Pese a que el personaje central es toda una leyenda al haber matado a 160 personas y superado los mil días en el campo de combate, la película no busca ensalzarlo como ocurría por ejemplo en “Corazones de hierro”. Lo que logra es transmitir el horror de la guerra y los trastornos a que se ven sometidos quienes participan en ella.
A los 85 años Clint Eastwood demuestra estar en plena forma y aunque no gane ninguno de los seis Oscars a que está nominado, confirma que es junto a Woody Allen uno de los nombres mayores de la cinematografía de los Estados Unidos.