Otra obra brillante de Eastwood con el mejor trabajo de Bradley Cooper
Clint Eastwood tiene 84 años. Sigue filmando, activo, vigente, enérgico y podemos agregar el término polémico ahora. Sea con los adjetivos que sean en algo es irreductible éste hombre: jamás se moverá un ápice de la profunda convicción de, ante todo, contar una historia. Mejor, peor, con más plata, sin ella, en más tiempo, en menos tiempo; pero siempre contar una historia. Es claramente uno de los últimos narradores artesanales que todavía dan cátedra.
Ecléctico en los temas que aborda más no en la manera de hacerlo, el octogenario se interesó por un proyecto dejado de lado por Steven Spielberg hace un par de años, y contestó afirmativamente al deseo de Bradley Cooper de filmar juntos la historia de Chris Kyle, un ciudadano norteamericano que luego del ataque a las Torres Gemelas siente el “llamado del águila” a defender la patria contra el terrorismo.
El primero de los muchos aciertos de “Francotirador” es la simple pero muy concreta construcción del personaje.
Los primeros pares de minutos son magistralmente tensos. Chris (Bradley Cooper) está apostado en el techo de una casa en Irak, mientras vemos el paulatino avance de una tropa por las calles. Su concentración es extrema. Está allí para evitar ataques suicida, emboscadas y trampas, razón por la cual tiene luz verde para decidir quién vive o muere. A su vez, si se equivoca y mata a algún civil deberá atenerse a las consecuencias. Primero ve a un hombre hablando por celular en un techo. Intuye. Lo vemos dejarse llevar por su instinto. Su mundo y todo lo que importa se ve y cabe dentro de una mira telescópica. Ahora vemos a través de ella a una madre y su niño salir de una casa. La madre esconde algo. Es una bomba. La tensión crece. El dedo está en el gatillo. La madre le da la bomba al nene y éste avanza hacia el pelotón. ¿Lo va a matar? ¿Va a matar a un niño? En ese preciso momento, un flashback nos va a contar quien es Chris y cuáles son los antecedentes que lo llevaron a estar en esa posición. No sólo por una destreza innata para disparar y acertar; sino por el tipo de valores inculcados por su padre en los que cree fervientemente: “Dios, la patria, la familia, en ese orden”.
Luego de la primera incursión en Irak “Francotirador” queda dividida en cuatro episodios. Las cuatro idas al frente de batalla para ayudar a sus “hermanos” y compatriotas. Más allá de la superlativa forma de mostrar el contexto y el escenario bélico, Clint Eastwood se aferra como director al núcleo dramático por el cual atraviesa su protagonista. Así, la vida de soldado y la familiar se convierten en vectores de sentidos opuestos. Para una dirección va el crecimiento de la leyenda en el campo de batalla, el héroe que no teme a nada y entrega su cuerpo al servicio del ejército norteamericano, sirviendo como ejemplo e inspiración a sus pares a lo largo de las cuatro misiones en campo enemigo. Para el lado contrario va el decaimiento de su lugar como miembro de una familia. A medida que se prolonga su estadía en plena vigencia del conflicto bélico Chris sufre una suerte de alienación. Un aislamiento de los sentimientos que se focaliza en la defensa de su país (y del American way of life), mientras su esposa le ruega que no vaya más al frente y acepte su responsabilidad como padre y esposo. “Estamos en guerra, la gente se está muriendo y yo estoy yendo al puto shopping” sería la frase que ilustra mejor el sentir del protagonista y la impronta de un héroe (cómo les gusta a los yanquis este concepto) de carne y hueso.
El último opus del genial director puede generar dos sensaciones encontradas para aquellos asistentes al cine que tengan a Estados Unidos lejos de su estima. Como ser humano-político (firmo lo que escribo y corre por mi cuenta) estamos frente a un discurso pro yanqui, preminentemente republicano, oportunista y demagógico, que además transita por una línea muy fina entre las causalidades de una guerra y la justificación de la incursión en Irak con aires de superioridad. Por ejemplo: escuchar a los soldados referirse a los habitantes como “bestias” o “animales” no aporta nada a la película ni a los personajes; pero sí al discurso. Es cierto, este producto viene de allá ¿Por qué no inundar la pantalla con banderas? Pero una cosa es amar a su país (Chris Kyle lo amaba sin dudas) y otra distinta es imponerlo en otras culturas a fuerza de guerras falsamente justificadas. Esto se potencia, además porque Eastwood esquiva por todos los medios abordar la enorme cantidad de delitos de lesa humanidad perpetrados en esa guerra desigual, “fuego amigo” y masacre a periodistas incluidas. También es cierto: no es la historia que él quería contar, pero entonces ¿por qué incluir sí, un solo costado del discurso?
Por otro lado, como espectadores estamos frente a una obra de excelente realización en términos técnicos y artísticos. El director es capaz de trasladarnos al escenario y meternos en el con una facilidad y realismo asombrosos. Se percibe la tensión de cada incursión, ya sea por la pericia de la cámara en mano o la natural colaboración de los exteriores.
Bradley Cooper brinda la mejor actuación de las tres por las que recibió nominaciones consecutivas al Oscar. Su Chris tiene diferentes coloraturas según esté en casa o en Medio Oriente y un nivel de contención transparente a medida que su personaje crece en el relato. En los momentos en Texas cuenta con un fabuloso trabajo de Sienna Miller en el papel de la esposa.
“Francotirador”, fuera de lo que uno puede sentir frente al discurso, es coherente con la filmografía de Eastwood, o sea, es una película brillantemente realizada.