Francotirador, la última película de esa leyenda viva que es Clint Eastwood, es una película capaz de generar admiración y rechazo. Admiración, por lo impecable de su narración (clásica, pero de ritmo constante que jamás decae a lo largo de más de dos horas de metraje) y factura técnica, y rechazo por su temática inevitablemente chauvinista, sumado a una postura (no tan) neutra respecto a la guerra.
Es, sin embargo, aún cuando se la quiere juzgar desde un lugar que nada tiene que ver con lo artístico sino más bien lo político, inobjetable en un aspecto: está basada en la vida de una persona real y todas las situaciones, suponemos, también lo son puesto que parten de una biografía. Chris Kyle (notable trabajo de Bradley Cooper), el Navy Seal coronado como el “francotirador más letal de la historia de los Estados Unidos de América”, carga casi con la totalidad de la narración de la película y su vida es tan interesante -así como éticamente cuestionable- que, aún con una duración de 134 minutos de película, uno no puede evitar pensar que aún hay más detrás de la historia oficial.
El punto de partida del film describe un momento clave en la vida del protagonista, donde debe tomar la primer gran decisión de su carrera profesional como sniper: asesinar o dejar vivir a un “niño del Islam” que carga con un explosivo a punto de detonar. Un flashback nos retrotrae a la infancia del protagonista, donde aprende una lección que, lejos de justificar su existencia, al menos busca explicarla: a modo de consejo paternal, el pequeño futuro “defensor de la patria” comprende que el mundo está dividido entre ovejas (inocentes), lobos (depredadores) y perros pastores (guardianes de la ¿paz?). Una lección útil que, sin embargo, funciona únicamente si no es minuciosamente cuestionada.
American Sniper (tal su título original, que no deja dudas acerca del espíritu patriota de la película) es un regreso en forma de Eastwood y marca su cuarta biopic en menos de cinco años. Una maratón que comenzó con Invictus, flaqueó con J. Edgar, fue injustamente menospreciada con Jersey Boys y ahora parece redimirse completamente con Francotirador. Nada mal para un realizador que ya hace rato supo convertirse en un monumento vivo de los valores (tanto los mejores como los peores) del estandarte de vida norteamericano.