Francotirador

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Balas de salva

Resultaría estéril recordar que Clint Eastwood (ya tiene 84 años) es un confeso republicano y que su nacionalismo permanece intacto a pesar de un tibio criterio de ampliar el pensamiento sobre determinados postulados que marcan las enormes diferencias entre republicanos y demócratas. Por eso era de esperarse que esta biopic sobre Chris Kyle, quien tiene el record de más de 150 abatidos insurgentes en las guerras de Medio Oriente, una verdadera máquina de matar para los marines, venga recargada de esta dialéctica mentirosa que sostiene la idea de hablar de la guerra apelando al humanismo de sus ejecutores, léase víctimas engañadas de un sistema perverso que demoniza e idolatra a sus víctimas y victimarios en un abrir y cerrar de ojos, sin tomar una posición política para quedar bien con todos.

Lo que queda claro tras 132 minutos, que pueden dividirse en una estructura narrativa básica como el entrelazamiento entre presente y pasado de Kyle, interpretado por Bradley Cooper (también productor), es que para el director de Gran Torino la guerra es per se mala y termina degradando a los hombres como Chris Kyle, quienes una vez regresados al suelo norteamericano experimentan tal vacío existencial habiendo cumplido con los mandatos de tradición, familia y propiedad, además de experimentar en carne propia el sentimiento de culpa por haber sobrevivido. Tal cóctel de trauma psicológico primario provoca el deseo inconsciente de volver al teatro de operaciones cuanto antes en pos de la defensa de la libertad del mundo.

¿Asesino de civiles o héroe? A pesar del destino trágico del protagonista, Francotirador no logra responder al menos desde la reflexión a este interrogante incómodo y como toda película norteamericana y bélica blande las banderas del heroísmo, la redención y la justificación del intervencionismo imperialista. Si bien el patrioterismo es moderado, debe reconocerse en el hábil Clint la capacidad para narrar desde las imágenes y la tensión dramática puesta al servicio de la acción teniendo en cuenta que el guión de Jason Hall es bastante chato y esquemático. Cuando se hace énfasis en el conflicto interno del personaje, las secuelas de ese stress post traumático que desarticulan su convivencia con una esposa comprensiva pero cansada (Sienna Miller), el film se vuelve un tanto solemne y pesado para tan pobre historia.

El director de Los imperdonables es mimado con nominaciones de la Academia pero no como mejor director, algo que en este caso particular hubiera resultado más que un regalo, aunque es más que conocido el conservadurismo predominante en los miembros que año a año depositan sus votos para continuar alimentando la maquinaria de la industria más hipócrita y poderosa del planeta, basta con ver aquellas películas que se colaron en la terna de las mejores como este film desabrido.