Con una larga y fructífera carrera sobre sus espaldas, el director Tim Burton vuelve a sus primeros amores y estrena la versión largometraje de su segundo trabajo, de 1984, en aquel entonces realizado en stop motion y ahora con una frenética animación digital en 3D. Apoyado sobre su cinefilia militante y sus referencias siempre presentes al terror clásico (Christopher Lee es una de las voces del elenco), Frankenweenie confirma que la oscuridad conceptual para toda la familia y el esteticismo visual como punta de lanza son bases más que honestas para montar sobre ello una obra cinematográfica que sobrevuele la medianía general de la industria.
Tras la inesperada muerte de su perro Sparky, el niño Victor emula a un tácito Dr. Frankestein y logra hacer resucitar al pichicho, aunque con algunos desajustes en el resultado final, sobre todo porque el can en cuestión sale a la calle y transforma al pueblo en un escenario de situaciones que van del disparate al terror. Con esta historia simple y una maquinaria visual de alta definición, Burton tiene suficiente como para impactar y confirmar que sigue siendo parte de lo mejor del mainstream de Hollywood; un autor que sabe hacer su negocio sin renunciar a los principios de un realizador de fuste. Mucho celuloide pasó bajo el puente de este auteur cincuentón con alma de niño, puede que por eso, a esta altura de su filmografía, esta revisión quizá (quizá) se ubique cómoda entre sus mejores trabajos.