“Frankenweenie”: joya del mejor Tim Burton
La última película de Tim Burton se puede ver en 3D o en versión plana, en versión original en inglés subtitulada o doblada al castellano. Todo esto tiene algunas variantes, salvo que en cada caso siempre será en blanco y negro. Un film de animación en blanco y negro producido y distribuido por los estudios Disney parece algo imposible. Y es que «Frankenweenie» es una especie de sueño imposible de Tim Burton ya desde 1984, cuando, trabajando como animador para la Disney (en films como «El caldero mágico» y «El zorro y el sabueso»), lo concibió como un corto de 29 minutos, que sus productores consideraron demasiado extraño para poder ser distribuido masivamente en aquel momento.
La misma idea de homenaje a Frankenstein desde el punto de vista infantil ahora vuelve convertida en un largometraje que es la quintaesencia del cine de Tim Burton, quien aquí puede partir de sus obsesiones esenciales (como un profesor de ciencias igualito a Vincent Price con la voz de Martin Landau) para luego dedicarse a que la trama derive en un delirante todo vale con «sea monkeys» transformados en monstruitos muy parecidos a los Gremlins de Joe Dante/Spielberg o mascotas agigantadas hasta lucir como algunos de los monstruosos enemigos del Godzilla de Inoshiro Honda (la bestia en cuestión es la tortuga mutante Gamera).
La película sigue con bastante fidelidad la trama del «Frankenweenie» de 1984, que necesariamente debe expandirse hasta los 90 minutos de un largometraje. La expansión implica agregar todo tipo de situaciones y personajes que enriquecen la estética y el delirio general (incluyendo malvados compañeros de escuela del protagonista aparentemente inspirados en el jorobado Igor de los films clásicos de la Universal o en el sonámbulo Cesare de «El gabinete del Dr. Caligari), sin olvidar el foco en las lunáticas andanzas de Sparky, es decir la mascota que vuelve de la tumba para hacer mas líos que cuando estaba vivo.
Si la primera mitad de la película luce casi demasiado sensata, formal y rigurosa si se tienen en cuenta las grotescas posibilidades surgidas del asunto a narrar, Burton parece usarla para poner el énfasis en sus homenajes y, sobre todo, en el sentido de este tipo de experimentos científicos o cinéfilos, para después hacer explotar todo el asunto en un delirio tan asombroso en lo estético como en lo argumental. Y lo mejor es que el mismo Burton no parece tomársela más en serio de lo que hace falta, a pesar de que en nedio de la diversión hay auténticos climas de cine de terror.
Técnicamente deslumbrante, «Frankenweenie» es una joya que no hay que perderse.