Frankenweenie

Crítica de Juan Carlos Di Lullo - La Gaceta

Tim Burton por Tim Burton

Quienes siguen atentamente el cine del realizador de "El joven manos de tijera", "Ed Wood" o "El cadáver de la novia" (entre muchas otras) sentirán un enorme placer al asistir a uno de los filmes más "burtonianos" de la carrera del director. En esta oportunidad vuelve sobre el tema de un corto que hizo hace casi tres décadas y lo presenta en una versión deliciosa, llena de guiños, homenajes, tributos y referencias, realizada con excelentes recursos cinematográficos y, fundamentalmente, con un indisimulable amor por el cine. Ya en la primera escena, la película casera que Víctor muestra a sus padres (y a su perro) no puede sino regocijar a los espectadores. Y todo lo que sigue está en la misma línea.

Le toca al joven protagonista presenciar el accidente que le cuesta la vida a su querida mascota; el chico toma demasiado al pie de la letra el comentario que escucha de su madre ("si pudiéramos, lo traeríamos de vuelta"), hace pie en su afición por la ciencia y reedita el experimento del doctor Frankenstein para devolverle la vida al perrito. Todo lo que sigue está en línea con la famosa novela de Mary Shelley, contado con mucho humor y apoyado en las singulares características de los personajes que intervienen en el relato, entre los que se destaca el profesor de ciencias (una adorable mezcla de Vincent Price con Martin Landau, este último a cargo de la voz del personaje en la versión no doblada al castellano).

Quizá la intensidad del filme decaiga un poco al promediar el relato, cuando algunos compañeros de Víctor acceden al secreto de la resurrección de Sparky e intentan aplicarlo a sus propias mascotas. Pero esto no le resta brillo a la propuesta, si bien conspira contra la fluidez de la narración,

Burton mueve sus entrañables muñecos en la monocorde escenografía de un impecable pero aburridísimo pueblito y maneja con maestría las posibilidades expresivas del blanco y negro.

La utilización del 3D no está enfatizada; el director renuncia expresamente a los golpes de efecto con, por ejemplo, objetos que vuelan sobre los espectadores o tiros de cámara pensados sólo para aprovechar la ilusión de profundidad. Por el contrario, prefiere ceñirse al relato, divertir a los más chicos y proponerles a los más grandes y a los adultos sentados en la platea un desarrollo dramático más que atractivo, homenajes y reconocimientos sutiles al cine de terror y la pintura de una sorprendente colección de personajes exóticos y absolutamente queribles.