La luz de su vida
El director retoma su corto de 1984 y demuestra que su universo e ima Ginería visual mantienen su fuerza. Animación blanco y negro y en 3D.
Fanáticos de Tim Burton: ¿cuántas veces han visto llorar -y no una sino varias veces- a un protagonista de sus películas? A los que objetan que los personajes burtonianos son estrafalarios, sepan que hasta cuando no son humanos lo son más que cualquier vecino. Victor Frankenstein, el niño de Frankenweenie , llora. Y motivos no le faltan.
Frankenweenie era, en el formato de corto de 25 minutos que Burton realizó en 1984, un homenaje a clásicos del terror, y una enternecedora admiración por la amistad entre un chico y su mascota. Ahora Burton ha decido expandirlo, animarlo y reanimarlo, manteniendo lo básico y creando subtramas con los compañeritos del colegio de Victor, el niño que ha logrado revivir su perrito muerto, Sparky, que atropellado por un auto buscando una pelota de béisbol termina partido en dos.
Tímido y solitario, Victor tiene, obvio que sin quererlo, la megalomanía, el honor de trascender y la incomprensión de quienes lo rodean, cosas que comparte con el Jack de El extraño mundo de Jack , con Ed Wood, con Willy Wonka y con el inventor de El Joven manos de tijera : no quieren hacer daño a nadie, pero tienen -como Burton- la mirada posada más allá de lo natural y lo establecido como normal. Revivir un perro, llevar la Navidad a la Tierra de Halloween son deseos y actos impulsados por sus entrañas, no por un delirio de grandeza, que es lo que quienes los rodean les achacan sin razón.
Pariente cercano de Edward Scissorhands, y no sólo por sus costuras, Sparky es un sinónimo de pureza e ingenuidad. Rasgos que tiene en común con su dueño. Cuando los padres le dicen que al morir alguien cercano, sigue vivo en su corazón, Victor les replica que no lo quiere en el corazón; él lo quiere a su lado.
Así que estimulado por su maestro de ciencia (increíble la voz de Martin Landau en la copia subtitulada), Victor descubrirá que nada, hasta lo más difícil de imaginar, es imposible.
En un año en el que coinciden -y en la Argentina están actualmente en cartel- películas animadas para niños con zombies, monstruos y vampiros como Hotel Transylvania y ParaNorman , Frankenweenie es la menos pasteurizada. Acá no se trata de comprender por qué los monstruos son perseguidos por los humanos o quitarle la pátina de temor a los muertos vivos. Burton se vale de los compañeritos del colegio que le roban a Victor la tecnología para revivir a sus mascotas enterradas para seguir homenajeando (¿alguien dijo Godzilla?) y, también, reírse de qué puede suceder si la ciencia loca cae en manos inadecuadas.
Ya el corto era monocromático, pero ahora es animado, en stop motion y encima en 3D. Increíblemente están casi iguales el cementerio en la colina, el molino, y algunas tomas han sido calcadas del corto (lo pueden ver en YouTube). La imaginería visual y artística -el cementerio en particular- llevan la marca indeleble de Burton. Pero cuando se vuelve literal, y sus personajes optan por frases como que los adultos dicen cosas a las que no hay que seguir al pie de la letra, y que se teme a aquello que no se conoce (salvo al amor), ahí el director parece subestimar al público de todas las edades.
Más macabra, pero también más sentimental que su original, Frankenweenie no defraudará a los seguidores del director de El cadáver de la novia , y aquéllos que no sepan quién es, no saben el universo que se están perdiendo.