Para captar la potencia emocional de Frankie, detengámonos en los últimos cuatro planos de la coproducción de Ira Sachs. Son estos hacia donde nos estaban llevando los reencuentros y vueltas de los personajes. Isabelle Huppert, quien interpreta a la protagonista que da nombre a la película, se da dos vueltas en un plano medio para detallar a quienes ha convocado. Su vestuario, una chaqueta negra y un vestido largo y naranja, nos sugiere un indicio de luto luminoso. Su familia y amigos más cercanos caminan hacia ella para ver un lugar paradisíaco. La imagen siguiente es un plano cenital de una tierra (que parece) arrasada, de tonalidades casi negras, y el mar reflejando un atardecer paulatino. Si creemos que esto basta como cierre, es por contraste al resto de la historia. Los tonos marrones, el mar casi blanquecino y el sol que solo podemos ver por el reflejo nos asoman una muerte próxima sin necesidad de caer en golpes bajos. Y estos tonos casi se oponen a los múltiples verdores vistos previamente en este pueblo de Portugal.
Sachs capta la complejidades y tristezas de esta estrella de cine y su familia sin necesidad de primeros planos ni otras tomas de cerca que interrumpan la contención. La puesta en escena de la película nos va componiendo momentos casi exclusivamente en planos medios y americanos donde los actores están de espaldas a la cámara varias veces. Si nos extraña esta decisión es porque el director y co-guionista pone su confianza en las intimidades de los actores para que sus entonaciones sugieran lo que ignoramos de su gestualidad facial en esas escenas. Y porque sabe que los cortes del típico plano/contraplano interrumpirían la fluidez buscada. Personaje y paisaje están imbricados aquí, pero no para embellecer la experiencia sino para resistirse a lo que se viene. Descubrimos de a poco que Frankie ha orquestado este encuentro a modo de despedida pero aquí no hay lástima, ni llantos excesivos. La contención a veces es necesaria a fin de retratar dolores. Para ello, los muros, las paredes, los mosaicos y las rejas de fondo arman un diálogo entre lo que esconden ellos, sobre todo Frankie, y las desnudeces que ocurren a nivel simbólico.
En su novena película, Sachs tiene a disposición un elenco de actores confiables, que además interpretan a técnicos de la industria. No se trata de que son conocidos o recurrentes en su filmografía (ya antes ha trabajado con Marisa y con Greg), sino de una complicidad dejada casi a lo fortuito y la intuición. Ira toma decisiones en el plano que parecen incómodas (por ejemplo, una bandada de turistas entorpece el fondo de la imagen en una escena con los mencionados actores), pero que a la vez nos tienen el propósito de advertirnos dificultades que el ser humano siempre planifica (como estos reencuentros) y casi nunca funcionan por los imprevistos y caprichos. De todas maneras, esta no es una película de fracasos absolutos. En una familia compuesta por hermanastros, amigos y ex esposos, son los adolescentes quienes tienen oportunidad de vivir un momento idílico. Qué importa si este resulta efímero e irrecuperable: Sintra es el lugar-excusa para encontrar antes de buscar, como le aconseja Frankie a Vivi según una cita de Valéry… ¿o era de Breton?