La violencia en un submundo marginal
Con una primera parte que se podría definir como “decente”, que aporta un buen arranque y una premisa sostenible, el espectador siente que de momento no es posible pedir más. Depende la generación, abre las pastillas Renomé o trae el balde de pochoclo
Franklin, la película dirigida por Lucas Vivo García Lagos, y con guion de Walter y Marcelo Slavich, tiene un elenco fuerte y que tiene buen desempeño respecto de una historia compleja de interpretar sin parecer sobreactuado, con tintes de toque social en el marco de una pintura sobre el submundo de la venta de drogas (y otras cuestiones) en un espacio urbano decadente, violento, y, por supuesto, corrupto en extremo.
El problema es que pasada la mitad del film el sostén se desinfla un poco y hasta puede generar alguna sonrisa (medio) involuntaria. No es culpa del público ni es animosidad. Lo que genera en el otro lo observado no es responsabilidad del que se sienta en la butaca.
Tal vez, supongamos, la idea era mezclar estos tonos de violencia y un humor por debajo del conflicto de Correa (Germán Palacios) con Bernal (Daniel Aráoz), luego de pasar de boxeador indomable a matón todoterreno. Un matón que sigue presentando las mismas cuestiones de comportamiento que lo llevarán al ritmo de los sucesos que se develan a lo largo de la historia hasta el final, mientras procura reunirse con Rosa (Sofía Gala Castiglione).
La estética general de Franklin respeta lo esperable para esta interpretación sobre el hampa local y con detalles con los símbolos necesarios que se plantean en crítica a modo de visión sobre un mal teórico relacionado con el valor del dinero, representado por el Franklin del título.