Una joven llora en la tumba de su novio, muerto en la guerra. Un joven también llega a dejarle flores: ha sido su amigo mucho tiempo antes. Ambos se conocen y la relación toma raros caminos. Ozon, especialista en torcer las expectativas de quien mira sus films, aquí desarrolla una historia –en bello blanco y negro– que rompe con prejuicios y habla, lateralmente, de la intolerancia contemporánea sin dejar de lado, nunca, el amable romanticismo.