Es el año 1919 y, tras finalizar la Primera Guerra Mundial, Anna (Paula Beer) sigue viviendo con los padres de Frantz, su prometido muerto en los campos de batalla de Francia, en la ciudad alemana de Quedlinburg. Su vida es un sinsabor constante. El apático pasar del tiempo los sume irrefrenablemente en un limbo de angustia y dolor, pero un día las cosas cambian cuando se presenta ante ellos Adrien Rivoire (Pierre Niney), un francés, que dice haber conocido a Frantz.
La película de Ozon (“En la casa”, “Joven y bella”, “8 mujeres”), un drama con giros románticos, posee un discurso antibelicista. Puede notarse explícitamente cuando el doctor Hans Hoffmeister (Ernst Stötzner), el padre de Frantz, vuelve a reunirse con un grupo de amigos pro fascistas y les increpa, al reprocharle su amistad con Adrien, que no pueden culpar a los franceses por las muertes de sus hijos, porque son ellos los responsables de incentivarlos e infundirles un sentimiento patriótico (nefasto) para que participen en la Gran Guerra.
Otra manera de plantear esta visión antibélica es al transmutar la imagen del blanco y negro al color. Este recurso estético está signado por las evocaciones emocionales de Anna al recordar a su amado. Es que, mientras el blanco y negro es señal de tristeza, el paso al color denota menos la añoranza por el pasado junto a Frantz que el deseo de una vida feliz con él. Más aún, y saliendo de la órbita afectiva, los contrastes también se rellanan sobre el estupor provocado por la guerra. La transmutación aquí funciona como un espectro dual latente que remite al horror -el blanco y negro- y a un idílico tiempo que, inalterable, quiebra el pesimismo instaurado por la guerra -color-.
No es para menos -un detalle significativo- que la protagonista solo sea llamada, y conocida, por su nombre de pila: “Anna”. Si por un lado tenemos a los Rivoire, por otro a los Hoffmeister, apellidos que representan dos familias (pueden ser tomadas equivocadamente por facciones), dos caras de una misma moneda. Anna está situada en el canto de ésta y, sin importar su nacionalidad, señala su “orfandad emocional”. El desamparo de la protagonista marca el aspecto del drama romántico en “Frantz”. La muerte de su pretendiente la deja convaleciente ante un mundo ya de por sí desgarrado.
Puntaje: 3,5/5