Con una pareja protagónica carismática, Franzie ofrece el primer rol principal en un largometraje de Mimí Ardú, que extrañamente no había alcanzado aún esa chance. Tanto ella como Enrique Liporace sostienen dramáticamente un film desparejo y a veces caprichoso en su trama, que sólo por momentos mantiene su interés. La actriz que descolló en El bonaerense de Pablo Trapero y tuvo importantes participaciones en El destino, Un año sin amor y La demolición, compone aquí a una mujer solitaria y melancólica llamada Francisca, cuyo sobrenombre le da título al film, que sufre un grave y nunca revelado mal por lo cual se propone cumplir con algunas situaciones pendientes. En este trance aparece en su vida Emanuel, escritor frustrado y corrector desempleado que se convierte en una especie de acompañante pago de ella para lograr sus objetivos. La compleja situación familiar de Franzie suma momentos agridulces y emotivos a la trama, pero aún así ni el guión ni la realización alcanzan el tono adecuado ni tampoco acompañar las módicas expectativas que despierta el film en su arranque. Algunas escenas jugadas en pareja por una entrañable Ardú y un estupendo Liporace y las participaciones de Victoria Carreras y Norma Pons aportan lo suyo y rescatan levemente el producto.