"Free Guy: tomando el control": la lucha del hombre contra el sistema.
Hecha con el arsenal habitual de la compañía Disney, la película dirigida por Shawn Levy transcurre mayormente “dentro” de un sistema operativo, aunque intercalando acciones en el mundo “real”.
Esta es la historia de un tipo muy feliz con su rutina. Todos los días se levanta contento y desayuna mirando el mismo noticiero de siempre, con noticias muy similares. Después, ya vestido con su ropa de trabajo, camina por el barrio saludando vecinos a los que, casi sin excepción, encuentra haciendo exactamente lo mismo que el día anterior, y que el que vendrá. Antes de llegar al banco donde atiende una de las cajas, se toma la misma variedad de café en el local de la esquina. Ni siquiera los frecuentes robos a mano armada que sufre en la caja o los tiroteos en plena calle pueden quitarle su sonrisa de publicidad de dentífrico. Pero ese orden basado en la reiteración es, en realidad, un andamiaje ficticio en el que todos, menos él, saben que se trata de un engaño, de una vida maquetada cuya única finalidad es la observación ajena. Cuando se entere, estalla la crisis. Y aquel muchacho pasivo deviene en paladín de su libertad.
Todo lo anterior podría ser la descripción de The Truman Show, aquella película con Jim Carrey como involuntario protagonista de un reality show televisado al mundo entero. Pero no... se trata de la premisa de Free Guy: tomando el control, hecha con el arsenal habitual de la compañía Disney, incluyendo “cameos” de otros personajes cobijados por la casa de Mickey. Si bien The Truman Show se volcaba hacia el drama y ésta, hacia la comedia de acción ATP, tranquilamente podría tratarse de una remake adaptada a los usos y costumbres contemporáneos. Es así que lo que antes era televisión, ahora es un videojuego estilo Grand Thief Auto, habilitando el despliegue audiovisual que mandata las aspiraciones de masividad. Como Ralph, el demoledor, Emoji: la película o la reciente Space Jam, Free Guy transcurre mayormente “dentro” de un sistema operativo, aunque intercalando acciones en el mundo “real”, transiciones que el director Shawn Levy (veterano del cine familiar gracias a Una noche en el museo y Gigantes de acero, entre otras) resuelve con fluidez y naturalidad.
Guy (Ryan Reynolds) es un personaje de reparto –lo que se llama NPC, acrónimo anglosajón de Personaje No Jugador– dentro de un esquema donde los protagonistas son avatares digitales de personas de carne y hueso. Quienes, como él, son extras, están diseñados para repetir una y otra vez los mismos movimientos. La autonomía de Guy se explica por un error de programación no contemplado por el maquiavélico jefe de la empresa creadora del juego (un sacado Taika Waititi), el mismo que robó la autoría intelectual a una pareja de empleados y ya piensa en la segunda parte. Una de esas empleadas, interpretada por Jodie Comer (Killing Eve), ingresa al juego para alertar al bueno de Guy y evitar su desaparición. Y entonces Free Guy se convierte en la batalla de un solo hombre contra el sistema. No deja de ser llamativa esta invocación a la rebelión contra las corporaciones que solo persiguen el lucro, teniendo en cuenta que Disney no es precisamente una pyme.