Es rara la obra del realizador Shawn Levy: puede hacer películas bellas y divertidas para toda la familia (“Una noche en el museo”, “Gigantes de acero”) y también películas torpes y aburridas. Pero hay en las buenas un auténtico espíritu lúdico, de hecho el juego es en gran medida un tema: se lo ve como vehículo de crecimiento. “Free Guy” es un poco eso, y juega con el tema central de estos tiempos: el estatuto de la realidad. Hay un personaje secundario de un videojuego participativo (un Ryan Reynolds cada vez más cómodo en su rol de comediante) que, un poco como en “The Truman Show” (la película a la que más le debe cosas, aunque no falta mucho de “Ready Player One”, o de “Matrix”), toma conciencia de quién es y comienza a revolucionar ese universo virtual. El despliegue visual es suntuoso aunque a veces hay demasiado ruido visual; lo que vuelve a la película una experiencia que vale la pena es básicamente el costado Harold Lloyd de Reynolds, que ha creado ya un personaje propio: el irónico torpe que tiene que aprender cómo funciona el mundo que lo rodea y termina controlándolo. Por ese lado, Free Guy es un festival Reynolds.