Después de encontrar su rol memorable con el antihéroe de la incorrección política en Deadpool, que tendrá pronto su tercera parte, el canadiense Ryan Reynolds se pone en la camisa (celeste) de un héroe cabal. Aunque el pobre Guy, como personaje de un videojuego muy popular, no sabe que lo es. Ni siquiera sabe que es parte de un universo creado por unos programadores. Y que su rutina de felicidad boba, a prueba de balas, es solo realidad para los que no pueden ver a través de los anteojos negros que utilizan los avatares. Como en un guiño a Sobreviven, el clásico de John Carpenter, las gafas implican una ampliación de la mirada y, por tanto, del universo. En aquel caso, con un comentario político y una implacable reflexión sobre el capitalismo.
El director Shawn Levy (Gigantes de acero, Una noche en el museo) juega también, en la primera parte, con las referencias a The Truman Show. Pero aquí la parodia, no exenta de crítica hacia las malvadas y codiciosas megacorporaciones, es hacia el mundo online y del videojuego. Mientras Guy repite su día a día con la misma sonrisa, en una ciudad hiperviolenta, como si no pasara nada, la programadora que creó el juego (Jodie Comer, la actriz británica de Killing Eve), entra en él con yo digital. Y cuando se la cruza, el bueno de Guy hace cortocircuito y deja de funcionar como se espera de él.
La autora del juego entró buscando una falla, que demuestra que el dueño de la compañía (Taika Waititi) le robó la creación, mientras una subtrama romántica propondrá una suerte de triángulo que atraviesa los dos mundos. Todo con el despliegue visual y de efectos especiales esperable, para una comedia entretenida, que sostiene su ritmo con el profesionalismo del equipo que está delante y detrás de cámara.