Ryan Reynolds en su mejor versión, original, fresco e histriónico
Finalmente llegó la esperada película de Ryan Reynolds luego de sus diferentes retrasos y cancelaciones, en medio de la pandemia y la fusión Fox / Disney.
Guy (Ryan Reynolds) es un cajero de banco en la normalmente violenta ciudad de Free City, un lugar donde abunda el crimen y los asesinatos pero esos hechos a él particularmente no parecen afectarle ya que, a pesar de estas contingencias, lleva una vida demasiado rutinaria y día a día repite la misma fórmula. Todo hasta que Guy se cruza accidentalmente con Molotov Girl (Jodie Comer), una mujer de armas tomar que cautiva a Guy como nunca antes y que lo obliga a moverse de sus tareas corrientes y ahí se dará cuenta de que su vida no es tan corriente cómo el piensa ya que él forma parte de un RPG (videojuego de rol) llamado Free City, pero Guy no es un jugador más sino que es un programa dentro del juego denominado NPC (personaje no jugable). De esta manera Guy tendrá que lidiar con ahora saber que su vida es, básicamente, una mentira y al mismo tiempo, en el mundo real, otra disputa se presentará con quienes manejan el juego (en las oficinas) cuando encuentren más de un problema al descubrir que su juego tiene vida propia.
Así como suena su premisa, la nueva película de Shawn Levy parece un delirio sin comparaciones de la que sólo se podría esperar lo peor, pero el resultado final termina siendo totalmente lo opuesto. Las razones por las que este proyecto, en el que Reynolds tuvo tanto protagonismo tanto frente como detrás de las cámaras (uno de los productores) son varias. Ahora hay un motivo que es muy particular y especial que es el de ser orgánicamente divertida y entretenida durante toda su duración 115 minutos, algo que hoy por hoy no es fácil, sino todo lo contrario, cada vez es más complejo; el guion a cargo de Zack Penn y Christophe Beck se encarga de mantener una narrativa ágil y audaz para presentar su propuesta y que tenga los menos baches posibles. Ahí claro que entra en juego otro tema, ya que la historia que se cuenta y los elementos que la rodean pueden parecer simples y familiares para toda una generación que ya ha crecido con juegos como el Grand Theft Auto (GTA) en sus diferentes ediciones, ahora para el resto del público, el más maduro, digamos, también encuentra mecanismos en los diálogos cómo para no quedarse afuera de lo que sucede y que sea sólo diversión para los más chicos y no tan chicos también.
Ahora claro, la película también aborda un tema en lo diegético que irónicamente se dio en la previa de la realización de la misma en la vida real, por lo que su retraso se produjo varias veces previo a la pandemia, entonces se puede trazar un paralelismo muy pero muy directo entre los héroes y villanos de la película con los señores de traje que se encuentran en las diferentes oficinas de los estudios de cine. Para que no queden dudas, básicamente Disney y lo que antes era 20th Century Fox.
Uno de los grandes condimentos del film es su gran y variado elenco que, encabezado por Ryan Reynolds, cada uno de los actores y actrices logran en su función y rol destacarse y lograr una labor muy armónica en donde todos tienen su momento en particular para demostrar sus dotes actorales. La gran sorpresa, o no tan sorpresa, es la aparición de Jodie Comer que pide a gritos nuevas posibilidades en películas mucho más importantes; quizás esta película sea su trampolín. Otro que sigue escalando y demostrando su capacidad, ahora en un papel un tanto secundario pero no así menos importante, es Joe Keery que bajó un cambio después de romperla toda en Spree (2020) y que demuestra que puede estar en diferentes géneros y que en todos le va bien. Alguien que sigue incursionando en la actuación es Taika Waititi y acá la verdad da un paso atrás siendo el gran debe de la película siendo un antagonista poco memorable. El le imprime su estilo particular manejando la ironía y la comedia gestual pero poco hay que destacar de su trabajo, hasta tal punto llega que termina siendo realmente insoportable simplemente escucharlo. Claro que todas las luces se las lleva Ryan Reynolds y eso está muy bien porque acá está en su salsa y se mueve como pez en el agua, siendo un “payaso” cuando se lo requiere y cuando hay que ser más serio, también. Pero el carisma del canadiense es tan grande que produce un eclipse para con las falencias que puede llegar a tener como actor. Una sonrisa, una mirada, una postura corporal basta para que Reynolds le saque una sonrisa al espectador y eso es más que fundamental y destacable.
Free Guy es una película que funciona, que divierte, que entretiene y que logra que el espectador se sienta realmente bien. Por sus momentos de comedia y de aventura el visionado y la atención puesta en la cinta no corre peligro, pero es más que entretenimiento pasajero y momentáneo. Si se quiere, habla de cómo funciona una industria en donde el más grande se come al más chico y se limita el desarrollo creativo, de cómo la falta de originalidad lleva a todos los estudios a que hagan y no dejen de hacer franquicias esquematizadas en base a números y no en experiencias y a que el espectador se termine sintiendo como Guy, como un personaje no elegible en donde la vida es controlada por algoritmos. Entonces Free Guy puede significar y ser todo lo contrario, todo depende de como lo quieran tomar.