Brad Pitt y Angelina Jolie rescatan el cine europeo de autor de los años 60 y 70.
En “Frente al mar” Angelina Jolie se convirtió en mujer orquesta: coproductora, guionista, directora y coprotagonista. Y además eligió compartir el set con Brad Pitt, su archifamoso marido. La intención era hacer una película pequeña desde su producción pero con objetivos ambiciosos: rescatar el cine europeo de autor de los años 60 y 70, con marcas visibles de Antonioni y Godard. Como era de esperarse, el traje le queda muy grande a la Jolie. La historia retrata a una pareja en crisis: Vanessa, una lánguida ex bailarina que combate su depresión a pura pastilla, y Roland, un escritor que busca salir de un largo bloqueo creativo. Los dos llegan a un hotel antiguo en una región costera de ensueño en Francia, como para “airear” la relación, y allí se cruzarán con una pareja de recién casados que será fundamental en esta dolorosa reconstrucción. El problema de “Frente al mar” es que todo parece lugar común: esa morosidad mal copiada del cine europeo (sus dos horas se hacen muy largas), el exceso de esteticismo, el papel de la bailarina que ya no puede bailar y el escritor que ya no puede escribir. Hasta las canciones de Serge Gainsbourg suenan previsibles. Jolie queda atrapada en la copia de un estilo sin más, con poco para decir, y así, incluso en el tenso drama que estalla sobre el final, la película se limita a un ejercicio artificial y despersonalizado.