Estrellas jugando al cine de autor
Ambientada en el sur de Francia (aunque rodada en Malta) a mediados de los años 70, esta película que cuenta con Angelina Jolie como coproductora, guionista, directora y coprotagonista tiene muy pocos atractivos. Uno de ellos es más morboso que cinematográfico: ver a Jolie y su marido en la vida real, Brad Pitt, interpretando en la ficción a un matrimonio burgués en decadencia, cuya única salida al creciente desprecio y al maltrato mutuo parece ser la perversión. El rodaje, para colmo, transcurrió en plena luna de miel de la pareja.
Vanessa (Jolie), una ex bailarina, y Roland (Pitt), un escritor en plena crisis creativa, llegan a un viejo hotel en una paradisíaca región costera a bordo de un Citroën descapotable. La escena es puro glamour, pero al poco tiempo veremos que entre ellos todo pendula entre la abulia (en el mejor de los casos) y la humillación.
Mientras él pasa cada vez más tiempo bebiendo en el bar del pueblo (allí aparece el notable Niels Arestrup en un papel secundario sin vuelo), ella se obsesiona con una fogosa pareja de recién casados (Melanie Laurent y Melvil Poupaud), vecinos de habitación del hotel, a la que irá espiando cada vez con mayor asiduidad a través de un agujero en la pared. Del voyeurismo a la tentación del affaire, claro, hay un paso que el espectador deberá descubrir si Vanessa está dispuesta a dar.
Rodada con un presupuesto de apenas 10.000.000 de dólares, Frente al mar no significará un importante deterioro económico para el matrimonio Pitt-Jolie (en su regreso conjunto a la pantalla tras el éxito comercial de Sr. y Sra. Smith de hace ya una década), pero sí un tropiezo artístico que, por momentos, remite en su ridiculez a Insólito destino, el film que Madonna hizo en 2002 con dirección de su por entonces marido Guy Ritchie. Estrellas jugando al cine de autor europeo (hay ecos aquí de Godard y Antonioni) con resultados tan fallidos que ni la belleza de las imágenes ni las canciones de Serge Gainsbourg pueden salvar.