Éxito congelado.
Usualmente, siempre se atribuyó que las segundas partes eran malas o que no estaban a la altura de la anterior. ¿Por qué se da esta maldición? Simple: por el sólo hecho de perder esa originalidad, sí, pero también por repetir hasta el hartazgo aquellos elementos que fueron exitosos.
Eso pasa con Frozen 2 durante la primera hora, el filme pudo haber sido decente pero cada cinco minutos irrumpe una escena musical interrumpiendo de manera constante la historia. En el metraje restante parece que el director por fin recordó que la propuesta se trata de un largometraje y no un recital.
Quitando el exceso de canciones que corta los buenos momentos, se puede disfrutar el filme a medias, aunque no es más que otra aventura donde no aporta nada revelador.
Este es un punto débil de Disney donde sus secuelas animadas usualmente son inferiores a sus películas originales. Hay no pocos precedentes que avalan este aserto.
Donde Disney no falla es en la calidad que cada filme tiene y justifica por qué es el estudio cinematográfico más grande hoy por hoy. En lo visual no hay con qué darle y eso se disfruta.
Hace poco reseñé el filme ruso La reina del hielo (historia en la que se basa Frozen), que ya tiene una quinta parte confirmada y en ese aspecto supieron reinventarse y no caer en la repetición.
Seguramente los fans de Elsa y compañía disfrutarán la película por su sola presencia, pero no quedarán marcados como sí pasó con la primera entrega.