Con 1.280 millones de dólares de recaudación, Frozen: Una aventura congelada se mantiene desde hace seis años como la película animada más taquillera de todos los tiempos. Esta segunda entrega -que está próxima a superarla en ingresos, ya que en casi todo el mundo se estrenó a fines de noviembre último- se desmarca del cuento de hadas de Hans Christian Andersen para -otra vez con guion de la también codirectora Jennifer Lee- ofrecer una mirada más moderna en sintonía con la nueva cara de Disney: protagonistas femeninas más empoderadas y valientes, una preocupación por el medio ambiente a tono con estos tiempos de ecologismo y revisionismo histórico con una crítica al colonialismo y la reivindicación de los pueblos originarios; es decir, todo el arsenal de la corrección política.
Pero esta secuela de Frozen no se queda en meros enunciados, alegatos aleccionadores y buenas intenciones: tiene también personajes con fuerz y empatía, conflictos marcados por la tensión y el misterio, situaciones fantásticas, un imponente despliegue visual con paisajes nevados o bosques encantados y -claro- muchas escenas musicales.
Frozen II propone el reencuentro entre las hermanas Elsa (Idina Menzel en la versión original), ya coronada reina de Arendelle, y la entusiasta Anna (Kristen Bell), a quien no parece molestarle su rol de asistenta, asesora y confidente de la joven monarca. A partir de unos flashbacks conoceremos la maldición y los hechizos que afectaron a la familia de ambas (sus padres, el rey Agnarr y la reina Iduna, y su abuelo, el rey Runeard), y serán precisamente ellas quienes encabezarán las aventuras del caso, acompañadas por el hilarante muñeco de nieve Olaf (Josh Gad), por el reno Sven y por Kristoff (Jonathan Groff), el torpe galán que nunca logra declarle su amor y pedirle matrimonio a Anna en tiempo y forma.
Si buena parte del éxito global de Frozen se debió a un tema como Let it Go, esta segunda entrega tiene unas cuantas canciones pegadizas como Into the Unknown y otras para el lucimiento de los distintos personajes: Olaf (When I’m Older), Kristoff (Lost in the Woods) y Anna (Some Things Never Change). El resultado, en este aspecto, es irregular, desigual, pero -como para compensar algunos de estos pasajes musicales no del todo inspirados- allí está la belleza desbordante conseguida por los virtuosos animadores de Disney como para que Frozen II se convierta en una cita insoslayable para el consumo familiar veraniego.