Frozen fue una verdadera revolución para los estudios Disney Animation, no por sus
técnicas ni por su taquilla sino por el impacto que generó tanto en la industria como en
los espectadores.
Se trató el “tema princesas” de una manera diferente, se hizo jaque el status quo del
romance y el villano y se brindó un buen debate sobre la identidad propia y los vínculos.
Todo acompañado e impulsado por una banda sonora muy hitera.
La vara había quedado muy alta para la inevitable secuela y debo decir que el resultado
es muy satisfactorio.
La contra que tiene es una obviedad, o sea, la falta de sorpresa ya que conocemos a los
personajes y no nos enganchar por la novedad.
Pero su crecimiento y planteo es muy bueno.
Se sigue apostando de manera muy original en referencia al vínculo de las hermanas
Elsa y Anna. Qué lugar ocupada cada una en la vida de la otra y qué lugar ocupan ellas
solas en ese universo.
De ahí las interacciones a los personajes que las rodean, con muy buenas secuencias
musicales y graciosas.
Aplausos al clip noventero protagonizado por Kristoff (Jonathan Groff).
Y hablando de música, ese es el punto más flojo de la película, pero por la inevitable
comparación hacia la primera entrega. Es decir, si bien es buena, no logra igualar a lo
resonante que fue aquella banda sonora.
No salís tarareando ningún tema y se siente la falta de una “secuencia musical épica” tal
como Let it go.
Amén de eso, es todo muy disfrutable tanto por niños como por adultos. Todo público
encontrará algo resonante.
Y con respecto al famoso hashtag #GiveElsaAGirlfriend (Denle una novia a Elsa) no
sucedió, y esto no es un spolier dado a que se había confirmado con anterioridad, pero
su personaje sigue sin interés amoroso.
Tal vez en la tercera parte Disney intente patear el tablero con esto. El tiempo dirá…
Mientras tanto, Frozen 2 es una muy buena película que queda lejos de ser la secuela
obligada para pasar a ser un segundo capítulo en una historia que intenta romper
esquemas en pleno Siglo XXI.