Una bocanada de aire fresco para la factoría Disney
La película animada número 53 de Disney es una transposición de un relato de Hans Christian Andersen. Supervisada por John Lasseter, Frozen, una aventura congelada (Frozen, 2012) tiene varias marcas clásicas de Disney y marca un pico en la calidad técnica de la productora.
Las hermanas Anna y Elsa viven una infancia plácida junto a sus padres, reyes de un reino próspero. Pero las cosas comienzan a complicarse cuando Elsa no puede dominar sus poderes innatos; jugando con Anna la daña involuntariamente. Obligada a mantenerse entre las sombras, nunca dejará de extrañarla. El tiempo pasa y los padres mueren en un accidente. Entonces, Elsa tendrá que aplacar sus propias fuerzas para asumir el mando real.
Frozen, una aventura congelada tiene algunas singularidades, no obstante no subvierte las marcas de fuego de Disney. Están los números musicales (alguno que otro siempre antojadizo), el humor físico, el personaje-cómico-entrañable, la orfandad. Pero aquí el relato cobra peso al centrarse en el elemento ambiguo; la dualidad interna que doblega a la reina electa y, en consecuencia, la imposibilidad de nominar al Mal. Claro que se trata de un film para niños y no tardará en revelarse un “villano” que, otro mérito, durante la primera hora creíamos como parte “de los buenos”.
Con un notable trabajo técnico (orientado seguramente por la mano del gran John Lasseter), Frozen, una aventura congelada es una digna competencia para los productos con la firma de Pixar, esa máquina de sueños proveedora de clásicos contemporáneos como Ratatouille (Brad Bird, 2007) o Wall-E (Andrew Stanton, 2008). Algunos pasajes abundan en pintoresquismo, pero la nieve cobra sentido psicológico en el desarrollo de las dos heroínas. Por su oscuridad, hay un leve alejamiento del tono naif que caracteriza a los productos de Disney, que de todas maneras no implica una “traición” para el público de menor edad.
Párrafo aparte merece la inclusión del cortometraje Mickey Mouse: Get a horse, dirigido por Lauren McMullan. Se trata de un relato que comienza como una cinta de la época del ’20, con Mickey y otros personajes enfrentados al malvado de turno. En determinado momento -3D mediante-, todos saldrán de la pantalla y pasarán del blanco y negro al color; Se sucederán una serie de gags cómicos. Una idea sencilla, sí, pero que en su proyección entusiasmó a los grandes y chicos por igual.