Chicas modernas
Desde que Disney compró a Pixar y le dio el cargo de director creativo a John Lasseter hubo una evidente renovación y rejuvenecimiento en los estudios del ratón más famoso del mundo. Algo de esa sinergia entre las empresas revitalizó a la casa Disney y la volvió a colocar en los primeros lugares de la taquilla y en la atención crítica que había ido perdiendo en manos de la novedosa Pixar.
Frozen, una aventura congelada es otra demostración de ese avance. Después de la mirada entre melancólica y tecnológica puesta en evidencia en Ralph el demoledor, Frozen… recupera el espíritu de Enredados y revisita la mirada sobre las princesas, basándose en un cuento de Hans Christian Andersen (La reina de la nieve). Y vuelve a incorporar las canciones y cuadros musicales ofreciéndoles un lugar preponderante en la trama como en aquellos films animados de la década del ’90 (La Bella y la Bestia, Aladino, La sirenita, y más) y recuperando la tradición de un género como el musical donde la fábrica de los sueños se mueve a sus anchas.
Dos princesas-hermanas que se adoran desde niñas ven su relación interrumpida por causa de cierto poder de una de ellas que le causa un accidente, que pudo haber sido mortal, a la otra. A partir de ese momento el encierro se vuelve la cotidianeidad y el don (un legado paterno) una especie de maleficio. Hasta que el destino las ponga en una situación nueva: Elsa -antes de convertirse en reina-, vuelve a verse superada por ese poder de convertir todo en hielo al no poder controlar sus sentimientos y emociones y prefiere alejarse antes que hacerle daño a Anna, pero no sin antes dejar al reino sumido en un invierno eterno. Sólo que no cuenta con el cariño inmenso de su hermana que hará todo lo que esté a su alcance, y más también, para ayudarla, recuperar la relación que las unió y salvar al pueblo.
Los cuadros musicales se conjugan con la aventura épica, con el humor y el melodrama. El equipo de rescate formado por Anna, el rústico, sensible y algo conservador Kristoff, su reno y Olaf, el muñeco de nieve (que funciona como el comic relief), son de esos grupos de freaks que se juntan menos por elección que por su posición marginal y que terminan logrando atravesar las diferencias no sin aportar antes gran parte de las risas y la cuota de romance que uno espera en estos casos. Hay por ahí también engaños y personajes que no son lo que parecen y traiciones de poder por traumas familiares no resueltos. En general cada uno de los protagonistas y antagonistas deben ver qué hacen con esas cuestiones que en la infancia los han marcado y los han convertido en lo que son, casi sin querer.
Con una utilización de los efectos especiales que tornan los paisajes nevados de una belleza encantatoria y un ritmo que no decae en ningún momento, Frozen… consigue atrapar al espectador en un cuento de hadas que aún así nos sabe muy cercano y posible. Y especialmente construye chicas que no necesitan de salvadores sino de compañeros. Esas mujeres al mejor estilo de las screwball comedy de los ’30 y los ’40: lanzadas, sin miedo, sin filtros ni pruritos sociales, sin responder a lo que se espera de ellas, capaces de todo y no solamente por un amor de pareja. Ese amor está como una parte de la vida pero es evidente, y cada vez más explícito, que hay otros vínculos que también son motores imprescindibles para ser y hacer. Intuyo que en cualquier momento los príncipes se volverán un clásico y serán historia. Estas princesas cada vez se dan más cuenta de que sólo siendo lo que quieren ser podrán encontrar un par y que el azul es un color que no siempre está de temporada.