La princesa que quería vivir
El ideal de princesa de cuentos de hadas ha ido reinventándose al ritmo de los cambios de paradigmas sociales y la reinvención del lugar de la mujer. De a poco las herederas al trono que sólo anhelaban encontrar a su príncipe azul para vivir felices para siempre fue desdibujándose para dar lugar a nuevas protagonistas que cumplían en el relato un papel mucho más importante que ser objetos decorativos del galán de turno o elemento de disputa entre el héroe y el malvado de turno.
Frozen: una aventura congelada, si bien mantiene la estructura narrativa de los clásicos relatos a los que Disney nos acostumbró y que grandes regalías trajo a su industria, supo ver este cambio de los tiempos y plasmarlo en la historia de las dos hermanas protagonistas.
Inspirado en los relatos de Hans Christian Andersen, Frozen: una aventura congelada nos narra la historia de dos princesas que compartían en el palacio real juegos y diversiones cimentadas en los mágicos poderes de una de una de ellas (Elsa) que podía convertir en hielo lo que tocara.
Pero un día, accidentalmente los poderes le juegan una mala pasada y termina lastimando a su hermana Ana en medio de una intensa sesión de juegos. A partir de entonces el contacto entre las princesas se verá cercenado y la relación entre ambas se volverá cada vez mas distante. Por un encantamiento Ana no recordará aquel lúdico pasado juntas y tampoco tendrá conciencia de los poderes de su hermana, quien será enclaustrada para no causar mas daño atento el acrecentamiento de sus poderes.
Pero llegará el día que por un evento fortuito Elsa deberá salir a la vida pública y aquel poder latente y silenciado se hará presente de la forma más evidente posible: sometiendo al pueblo entero a un invierno cruel como pocas veces se ha visto. La nueva reina se autoexiliará y será entonces cuando la autentica aventura comience: Ana saldrá a su búsqueda y con ella al encuentro con ese vinculo tan vapuleado por los años.
Entonces el camino del héroe empieza a ser recorrido por Ana, quien en esta travesía se verá acompañada por un joven humilde, un reno y un inefable muñeco de nieve llamado Olaf que se convertirá inmediatamente en la diversión de los espectadores mas pequeños.
Así la guionista Jennifer Lee (quien ya nos deleitara con la bellísima y nostálgica Ralph, el demoledor) nos entrega una reversión del clásico cuento La reina de la nieve, de Hans Christian Andersen por demás lograda. Tornándola en una maravillosa aventura donde las mujeres conforman el centro de la escena y el romance es uno de los elementos que forman parte de la narración sin ser el eje de la misma.
Frozen: una aventura congelada posee una autoconciencia tal de los clichés del género romanticoide de la industria (el inmediato flechazo romántico, el amor casi como un hecho químico) que los abraza y los desmitifica con una claridad en el discurso que debe ser por demás celebrada por su espiritu de ruptura.
Más allá de los elementos que hacen a la estructura narrativa en si, el tratamiento de la imagen y del artificio digital es también digno de mención. El cuidado del vestuario de las protagonistas (párrafo aparte merecen los atuendos de Elsa) y los paisajes helados son otra muestra de que cuando la tecnología es puesta al servicio del relato y no como un reemplazo del mismo los resultados son por demás convincentes.