Ver “Ánima Buenos Aires” (2012) disparó para los que vemos mucho cine por año la imagen clara de reconocer que en el cine argentino falta algo de identificación con nuestra idiosincrasia más tradicional. De la pantalla grande han desparecido el mate, el colectivo, la política y sobre todo el fútbol, en definitiva los temas que nos identifican en lo cotidiano.
Este párrafo no intenta reclamar nada pues está dicho en los términos más generales. Como prueba reconozco la presencia del bondi en “Un mundo misterioso” (2011), o el mate en “Las acacias” (2011). Pero estos actos no están representando una coyuntura como imagen de nuestra sociedad; están puestos como circunstancias que no superan lo anecdótico. Entonces el tríptico de Raul Perrone, por ejemplo, se me viene a la mente como una parte denunciante de esto que menciono, y sin embargo no hay ficción en ninguna de esas tres obras (“Luján”, “Los actos cotidianos” y “Al final la vida”, 2012).
Desde este lugar le doy la bienvenida a “Fuera de juego”, más por el sentido de la oportunidad que por contenido, pero bienvenida al fin.
Salvando las distancias las primeras tres palabras que se escuchan en “Plata Dulce” (1983) son “¡Ar-gen-tina! ¡Ar-gen-tina! ¡Ar-gen-tina!”, gritadas por Julio de Grazia. En dos minutos ya estábamos en clima futbolero y triunfalista. “Fura de juego” arranca en 1982 en un picado que establece por qué el personaje de Peretti odiará el fútbol por el resto de su vida aunque luego, este interesante concepto relacionado con la falta o el desaprovechamiento de las oportunidades, no se sustente en el recorrido de la trama.
De hecho la historia se desvía hacia otros recovecos. Va más allá de las fronteras de la pasión por el deporte más popular y se instala bastante lejos de Buenos Aires, y en la periferia de este mundillo del césped y la de cuero para focalizar su atención en los representantes de jugadores, uno de España (Fernando Tejero) y otro de Argentina (Diego Peretti) que, en este caso, dirimen cuestiones económicas sobre la comisión correspondiente al posible fichaje de una “joven promesa” por parte del Real Madrid. Las subtramas del guión están a cargo del jugador en cuestión (“chino” Darín), el chico que ve pasar el juego de intereses de los adultos por encima de su percepción, y la esposa del representante español (Carolina Peleritti), quien lo sigue acompañando a pesar de todo. Hay cameos de todo tipo que incluyen a Ricardo Darín, Martín Palermo e Iker Casillas. El objetivo es ese: figurar un rato como pequeños guiños que de todos modos no terminan siendo muy útiles. Ni siquiera como parodias de sí mismos.
La decisión de los guionistas hace que los personajes (y por carácter transitivo los actores) sean los que llevan adelante la historia, y sobre todo el resultado final. Es aquí donde debo decir que gracias al elenco las situaciones se sostienen hagan lo que hagan y digan lo que digan.
Probablemente si presta atención a los spots publicitarios tenga un parámetro cercano a de qué la va esta producción. Después de la gran cantidad de comedias a lo largo de la historia del cine cuyo éxito dependió de los intérpretes sería injusto medir “Fuera de juego” con una posición rígida en tanto su posibilidad de aporte a la historia del séptimo arte.
Me juego sin eufemismos a pensarla como un disparador entretenido y algo redundante para abordar con una mirada cómica la pasión de multitudes. Lo mejor que puede pasarle al espectador es ir dispuesto a engancharse sin preguntar demasiado. A lo mejor de esa manera podrá obtener mayores beneficios de las ganas de reírse. Si el fútbol perfecto es el Barcelona de Guardiola, esta película vendría a estar en la mitad de la tabla. No se va al descenso, pero tampoco clasifica a ninguna copa.