Donde habita el diablo
Fuera de Satán, la última película de Bruno Dumont, llega a las carteleras luego de haberse proyectado en el último BAFICI.
El realizador de La Humanidad nos contará las andanzas de un hombre que habita los alrededores de una aldea de Francia, donde entabla una amistad con una joven que siente una fuerte admiración hacía él sin saber que una oscura fuerza sobrenatural se encuentra dentro suyo.
Fuera de Satán es una de esas películas donde uno no sale indiferente en su visionado y esto (al menos para mi) es un valor positivo ya que siempre me resulta interesante que una obra deje material para debatirla, revalidarla o criticarla. El problema es que ese es quizás el único argumento a su favor debido a que la cinta de Dumont es una de las cintas más pretenciosas, solemnes y grandilocuentes que he visto en mucho tiempo. A ver, estos adjetivos no son algo negativo para una película per se, pero cuando el relato no justifica tamaña ambición se convierten en los peores vicios que puede contener una obra.
Realmente me resulta tremendamente tedioso cuando un director antepone su impronta o su estética por encima de la narración. Una película puede ser tremendamente grandilocuente siempre y cuando sea efectiva hacía su trama y aquí encontramos justamente lo diametralmente opuesto a eso. Es como si a Dumont le hubiese interesado más que se notara su innegable calidad para colocar la cámara que el mensaje que quiere dejarnos con la cinta. Un plano puede ser hermoso en su composición pero si no transmite nada se vuelve tan estéril como bello y lamentablemente Fuera de Satán está repleta de planos ampulosos, reiterativos y fundamentalmente improductivos, además de un escueto e inexpresivo guión a cargo también de su realizador, que terminan dejando como conclusión final que cuando la pretensión de su director es puesta por encima de “contar una historia” sólo encontraremos en la pantalla los peores resultados.