En Hollywood también se equivocan (y cómo)
Si hay algo que Hollywood suele garantizar es la solidez de sus producciones. Sus películas podrán luego gustar mucho, poco o nada, pero hay un estándar mínimo (generalmente bastante alto) que hace que una comedia, un thriller o un drama, por más convencionales que puedan ser sus propuestas, aseguren cierto piso del que -ya nos acostumbramos a creer- es imposible bajar. Pero, de vez en cuando, se cuelan en medio del sistema de grandes estudios films como Fuerza antigángster en los que todo aquello que podía salir mal, resulta peor.
Y no estamos hablando de un proyecto experimental con gente joven que se salió de cauce. Se trata de una producción de la poderosa Warner Bros. -para colmo emblema del cine clásico de gángsters- con un generoso presupuesto de 75 millones de dólares dirigida por Ruben Fleischer (responsable de una pequeña joya como Tierra de zombies) y con un elenco pletórico de grandes figuras: desde el ya mítico Sean Penn hasta estrellas del momento como Ryan Gosling y Emma Stone, pasando por intérpretes de enorme experiencia como Nick Nolte, Josh Brolin o Robert Patrick ¿Cómo pudo salir tan mal? Es la inevitable pregunta de difícil respuesta.
Mucho se habló y escribió sobre cómo el film fue remontado y cortado una y otra vez (incluía una escena con una matanza de espectadores en una sala de cine que fue eliminada tras la masacre en la proyección de la última Batman de Nolan en Colorado), pero queda claro que los problemas de la película exceden por mucho esas cuestiones. Simplemente, estamos ante un mal guión, mal filmado, mal editado y mal actuado. Así de contundente.
Este film-noir ambientado en Los Angeles de 1949 reconstruye con sus lógicas licencias el ascenso, apogeo y caída de Mickey Cohen (Penn), un mafioso judío -cuando la mafia era eminentemente italiana- que tuvo la ciudad a sus pies apelando a sus contactos (generosas coimas incluidas) con la policía y los jueces, y a una violencia extrema que ejerció para dominar negocios tan rentables como el tráfico de drogas, la prostitución y las apuestas ilegales.
Y el título se refiere a un comando de élite (encubierto, parapolicial) liderado por el sargento John O’Mara (Brolin) e integrado también por un puñado de especialistas en diversos rubros (Gosling, Patrick, Giovanni Ribisi, Anthony Mackie, Michael Peña). Hay, claro, un intento por darle una sensación o espíritu de época, y un triángulo amoroso con la bella Emma Stone como vértice (amante a la vez de Cohen y del detective/galán que interpreta Gosling).
No es difícil adivinar que los ejecutivos de Warner Bros. quisieron edificar un sucedáneo de -por nombrar algunos títulos bastante recordados- Los intocables, Los Angeles: al desnudo, La Dalia negra, Bugsy, Barrio Chino, Scarface y Buenos muchachos. El problema es que lo hicieron sobre unos cimientos de cartón.
Si algún fan de Raymond Chandler, Dashiell Hammett, James Hadley Chase, Jim Thompson, Elmore Leonard, James. M. Cain o James Ellroy llega a escuchar los diálogos (por llamarlos de alguna manera) que declaman los actores sentirá que le duelen los oídos y querrá volver de inmediato a cualquiera de sus libros; si algún cinéfilo experto en películas de género se topa con las torpes escenas de acción construidas con cámara en mano (y presentadas con profusión de imágenes en cámara lenta) sentirá que le duelen los ojos. Y así podría continuar con el resto de los “atributos” (carencias) del film.
Hay, es cierto, un gran despliegue de recursos y no poco talento delante y detrás de cámara (el DF es, por ejemplo, el australiano Dion Beebe, que iluminó desde Chicago hasta Colateral), pero la mayoría de las secuencias son ridículas (como cuando el equipo entra a la casa de Cohen para poner un micrófono). Estamos, en definitiva, ante un vistoso envoltorio que no contiene casi nada. O, peor, que nos ofrece un regalito que no querríamos darle ni al peor de nuestros enemigos.