LOS ÁNGELES Y LOS DEMONIOS
FUERZA ANTIGÁNGSTER (GANGSTER SQUAD) tenía todo a su favor para ser una gran película, empezando por su género (¿a quién no le gustan las películas de la mafia?). Segundo, su director: Ruben Fleischer había demostrado su pericia con la genial ZOMBIELAND (2009) y con la divertida y subvalorada 30 MINUTOS O MENOS (30 MINUTES OR LESS, 2011). Pero claro, ambas son comedias: la cuestión era ver si el cineasta se bancaba el desafío de contar una violenta historia de mafiosos y policías situada en 1949 en Los Ángeles. Un tercer aspecto llamativo del film es su elenco, encabezado por Josh Brolin, Ryan Gosling, Emma Stone y Sean Penn. Y sin embargo, todo ese potencial es desperdiciado a causa de un guión predecible y por momentos muy trillado, un guión que no permite que la película despegue de su chatura. Quizás haya ciertos aspectos para destacar, como la excelente ambientación y el vestuario, pero al mismo tiempo hay otros elementos negativos, como esas enormes secuencias de acción que no transmiten ningún tipo de pasión por lo que se está contando (como la deslucida persecución, el tiroteo en Chinatown o el obvio combate final). El resultado de esta lucha interna entre sus pros y sus contras, sus ángeles y sus demonios, es una producción no del todo lograda, incapaz de generar algún tipo de emoción, más allá -claro- del calentamiento global que genera Stone.
Los problemas del guión arrancan con sus estereotipados personajes, que no están demasiado desarrollados y que siguen motivaciones bastante obvias. Los heroicos policías que conforman el Escuadrón Antigangster son reclutados por el incorruptible O`Mara (Brolin) en una secuencia bastante pobre y sin complicaciones. Casi todos los agentes de la Ley son definidos con burdos trazos y no son más que una cara, un nombre y alguna característica diferenciadora (el “cowboy” pistolero-bigotudo, el negro con navaja, el nerd familiero, el mexicano gracioso y medio inútil, etc.). El film le dedica algo más de tiempo al joven y descreído Jerry (Gosling), pero la composición no está del todo lograda: algo raro pasa con su voz y sus gestos, que lo hacen ver como un lánguido y dulce nabo. Además, el burdo disparador que lo impulsa a sumarse al grupo de policías se ve venir desde varios minutos antes de que suceda. Por otra parte, la interpretación de Sean Penn como el jefe mafioso Mickey Cohen es exagerada y demasiado teatral, lo que no permite que el villano sea la pieza central que todo relato necesita.